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· Introducción a 'La música del antiguo pueblo hebreo'


Del libro "La música del antiguo pueblo hebreo"
© 2010 Josep Marc Laporta .

Acercarse a la música de los pueblos antiguos conlleva grandes dosis de responsabilidad, especialmente por los considerables inconvenientes que supone la investigación. Trabajar con materiales delicados, con informaciones sesgadas, con documentos contradictorios y con interminables conjeturas, es lo propio de un acercamiento a cualquier materia y disciplina. En el caso de la música de los antiguos hebreos, las principales fuentes para el conocimiento de su arte tonal provienen de la Biblia, de la tradición rabínica y de la literatura patrística. En principio parece que la investigación se presenta sencilla y expedita; pero nada más lejos de la realidad. Todas estas supuestas facilidades han sido, durante siglos, un serio obstáculo para la musicología. La razón estriba en la evaluación crítica de las fuentes disponibles. El presente estudio pretende eludir estos obstáculos y abordar los problemas de investigación sin ideas excesivamente preconcebidas. 
La verdad histórica no siempre aparece inmediatamente al observar los textos y hallazgos arqueológicos de las fuentes procedentes. Esta máxima se puede aplicar a los registros históricos sobre la música de la antigua Israel. A menudo, en las investigaciones musicológicas nos enfrentamos a la necesidad de extraer significados a partir de escasos datos y, en algunos casos, bastante contradictorios. Sin desviarnos del principio de objetividad académica necesaria, la esencia del estudio que me propongo es abordar, de la manera más objetiva posible, todos los datos de que disponemos a fin de llegar a algunas propuestas y soluciones coherentes. Sin embargo, para su acertada consecución será indispensable abstraernos en parte, y en lo posible, del rico trasfondo cristiano que disfrutamos.
En el trascurso de las investigaciones y del presente estudio me he propuesto abarcar los problemas conceptuales tal y cómo se presentaron. En algunos casos, hechos y situaciones que hasta el momento me parecían inexplicables se han podido resolver. Sin embargo, en otros, es probable que sigan persistiendo las dudas. Acercarnos al estudio de la música del antiguo pueblo hebreo es una ardua tarea, especialmente por dos aspectos claves. El primero tiene que ver con la distorsión de la información histórica que nos ha sido legada; y el segundo, con la apasionada espiritualidad con la que algunos integrantes de las religiones cristianas han interpretado los documentos bíblicos y patrísticos.
La primera distorsión tiene que ver, específicamente, con la reinterpretación y/o adaptación discordante de los hechos históricos, suscritos por los religiosos e intelectuales del propio pueblo hebreo. En distintos momentos de su historia nacional, muchos sucesos relacionados con la actividad musical fueron mal interpretados y distorsionados, ya que algunas de sus costumbres musicales habían caído en un absoluto olvido. Los numerosos intentos de aclaración o redefinición de los términos musicales realizados por los escritores talmúdicos y patrísticos, así como de autores de la Edad Media e, incluso, de historiadores de nuestros días, nos ha creado una considerable confusión que hasta hace poco tiempo, gracias a la destacada participación de antropólogos y musicólogos, no se ha podido disipar. Por lo tanto, en el presente análisis musicológico nos enfrentamos a una doble y ardua tarea: revisar y eludir, en lo posible, los errores provenientes de los rabinos y escribas judíos; y, la más natural del estudio musicológico, ir a las fuentes originales y circundantes con espíritu crítico y actitud académicamente aplicada.
Como anteriormente apunté, el segundo aspecto que incide en que el estudio propuesto sea una ardua tarea es, básicamente, de carácter religioso. No es necesario subrayar que algunas interpretaciones bíblicas han crecido indiscriminadamente bajo el paraguas del dogma y el espiritualismo. En algunos casos, los ritos, los cultos, las misas, las liturgias, los ceremoniales, las solemnidades o las celebraciones religiosas han abusado de la efusividad de la fe para interpretar con fines de creencia lo que, en realidad, era cultura, arte y civilización. Debemos asumir que para avanzar en la comprensión musicológica de la música hebrea es necesario poner en evidencia la simpleza de ciertos razonamientos, de las erróneas interpretaciones y de las precipitadas conclusiones dogmáticas.
Examinando y profundizando en la vasta literatura universal, apreciamos que ninguna otra época de la historia de la música ha sido tratada de una manera tan diversificada y contradictoria como la antigua Israel. Esto no es en absoluto sorprendente si tenemos en cuenta el hecho de que aparte de cualificados exegetas bíblicos, historiadores y musicólogos, una pléyade de escritores generalistas de limitada formación académica se han atrevido a pontificar sobre el arte musical de los judíos. Esas conclusiones de ‘expertos espirituales’ han presentado, como resultado, muchas inexactitudes, confundiendo la ficción con la realidad e interpretando interesadamente en pro del dogmatismo religioso. Consecuentemente, esto nos impone una implícita tarea: separar el grano de la paja.
La principal intención de este estudio no es llegar a la certidumbre a través de interpretaciones secundarias, sesgadas o prestadas, sino por el acercamiento lo más objetivo posible y crítico de las fuentes originales. Sin duda, este responsable ejercicio no excluye ni está exento de nuevos deslices interpretativos. Pero la experiencia en muchos campos académicos enseña que no existe postulado definitivo, sino relecturas que llevan a nuevas compresiones parciales que forman un todo desde la particularidad.
En el desarrollo del libro será habitual encontrarnos con un mismo tema abordado desde distintos capítulos. Plantear nuevamente o repetidamente los mismos hechos, personas o instituciones ya conocidos debe considerarse como un tratamiento diferente del mismo asunto, desde otro ángulo o en razón de que la situación histórica y descriptiva haya cambiado. Las referencias cruzadas permitirán entender más aspectos de la vida musical y espiritual de los israelitas.
La música del antiguo pueblo judío refleja, a través de sucesivos retablos, la evolución de su cultura y conocimiento. Su educación musical creció al mismo tiempo que crecía el discernimiento espiritual y la conciencia nacional. Por medio de su música podemos llegar a tener, en parte, una gradual y progresiva perspectiva de su desarrollo como pueblo. Por lo tanto, la comprensión de su cultura también depende de su interrelación con otros aspectos intelectuales.
El principal motor de este estudio es la comprensión de la música de los antiguos hebreos como un aspecto central de su civilización. Su música no es una isla perdida en el Medio Oriente, sino que forma parte de las tendencias culturales de la antigüedad. En consecuencia, el arte tonal de los hebreos debe ser entendido y analizado en relación a estas tendencias. Aparte del hecho de ser una rama de la civilización del mundo antiguo, la práctica musical de los israelitas muestra una gran riqueza de rasgos propios que establecen una aptitud natural para la música. 
Tres distintas disciplinas sin embargo, estrechamente relacionadas entre ellas nos ayudarán en la empresa que nos proponemos. El estudio histórico nos mostrará la profundidad de los avatares sociales, religiosos y culturales. La antropología y sociología aplicada a las manifestaciones externas de la práctica musical judía nos dará una idea aproximada de su interrelación en la vida general del pueblo. Y como parte muy importante del estudio, las consideraciones musicológicas —incluyendo lo artístico y lo estético— nos permitirán avanzar y profundizar en la idiosincrasia cultural y religiosa del pueblo hebreo.
La música de la antigua Israel era, básicamente, un arte utilitario. Con el paso del tiempo y gracias al progreso religioso y cultural, la utilidad del arte se fue postulando hacia una espiritualidad más consistente y significativamente ética. La música sirvió a la religión por medio de las solemnidades, cohabitando en la indisoluble combinación estado-religión y embelleciendo la vida cotidiana de sus ciudadanos, tanto individual como colectivamente.
La música de todos los tiempos siempre ha tenido como denominador común el utilitarismo. Al igual que en el presente, en los tiempos bíblicos el arte tonal fue parte del progreso sociocultural. Existen rasgos comunes y similitudes entre ambas épocas que nos permiten entender que la música siempre ha ido de la mano de la superación y el avance cultural y tecnológico. 
            A pesar de las diferencias de técnica y estilo entre la música del antiguo Israel y la de las civilizaciones occidentales modernas, en muchos aspectos, las necesidades artísticas y prácticas de ambas son idénticas. En la Antigüedad, como en nuestros tiempos, cualquier actuación musical tenía que ser preparada adecuadamente. Las excepciones en Israel sólo fueron manifestaciones puntuales en las que el canto brotó de manera más espontánea como un estallido de emociones, en tensión abrumadora por eventos nacionales o religiosos significativos. No obstante, la normalidad fue la organización. Las actuaciones musicales no tenían razón de ser si no estaban convenientemente preparadas. Esto implicó composición y disposición de piezas musicales, así como los ensayos necesarios hasta llegar a la perfección deseada. Lógicamente, se fabricaron instrumentos y, posteriormente, la técnica de construcción mejoró hasta el punto de lograr buenos ejemplares. Las personas tuvieron que aprender a tocar o a cantar solas, en grupo y acompañadas. Todo ello requería un trabajo preparatorio y una metódica cooperación de muchos factores musicales, lo que nos hace suponer que existía una esmerada organización musical.
En este paulatino progreso, los antiguos hebreos nómadas adoptaron una vida más sedentaria a su llegada a Canaán, lo que ofreció un gradual desarrollo en la relación intérprete-oyente: el músico ejerce su función y recibe la aprobación de sus conciudadanos, del auditorio. La creciente condición de placer estético, con sus connotaciones espirituales, desarrolla una nueva relación social: las ofrendas, en principio como recompensa y, posteriormente, como salario. 
Todas estas consideraciones musicales y sociales tienen mucha similitud con nuestra práctica contemporánea. La gran diferencia estriba en el desigual enfoque de la música como arte entre las antiguas culturas y nuestro siglo. Teniendo en cuenta esta específica perspectiva, podremos examinar mucho más acertadamente las características de la música hebrea antigua.

            A pesar de las adversidades y gracias a su intrínseco patrimonio espiritual, el genio, el talante y la personalidad del hombre y la mujer judío ha resistido el avatar de los tiempos y los siglos. Tanto en lo moral y en lo ético, como en la literatura y la poesía, sus capacidades han sido reconocidas por todo el mundo. Pero no es así en la música. El cómputo de la historia parece mostrar que la aptitud artística del judío ha oscilado entre un cierto escepticismo y una especie de negación. En la arquitectura, la pintura, la escultura y la música, el hebreo no ha tenido la trascendencia cultural y social que en otras disciplinas ha aportado. En todos esos ámbitos, el pueblo hebreo no produjo significativas obras originales ni destacó como lo ha hecho en otros campos. Para entender este fenómeno hay que mirar el misterio del alma judía.
Sabemos que, por mandato de Yahveh, los profetas amonestaron insistentemente al pueblo en contra de la adoración de imágenes. Y aunque conocemos el papel que la música desempeñó en la vida los hebreos y pese a que tenemos constancia de la majestuosidad arquitectónica del Templo y de la sobria hermosura de su mobiliario, no hay duda de que la auténtica belleza permaneció en el corazón de cada judío. 
Históricamente, la ausencia de logros en las artes visuales y sensoriales de los hebreos no se debe a una incapacidad innata en lo artístico, sino a las estrictas leyes religiosas: ‘No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra’ (Éxodo 20:3-4). Esta prohibición será determinante en la futura historia hebrea. Su irrupción, de características espirituales y estéticas, puso límites o fronteras a lo bueno y a lo incorrecto, a lo útil y a lo innecesario, a lo puro y a lo impuro. Pero también puso condiciones al desarrollo estético de lo ético.
No obstante, la restricción de la imaginería visual no pareció afectar a una supuesta imaginería sonora. Pese a la implacable orden divina, los textos bíblicos no parecen indicar que la música llegara a equipararse a las demás artes, aunque es probable que estuviera amenazada de ser objeto de adoración. 
            Ante ésta y otras cuestiones, subyacen muchas preguntas de carácter histórico, sociológico, antropológico, musicológico, estético y espiritual. Cuatro de ellas emergen con fuerza: ¿cuáles son los orígenes de la música judía?; ¿qué tipo de música encontraron los hebreos al entrar en Canaán?; ¿cómo fue la asimilación cultural, musical y artística de los judíos respecto a las civilizaciones anteriores y vecinas?; ¿cómo desarrollaron los hebreos su música después de adquirir su propia conciencia nacional?


Del libro "La música del antiguo pueblo hebreo"
© 2010 Josep Marc Laporta .

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