jml

· Crisis superpuestas

© 2012 Josep Marc Laporta
(Bosquejo de la conferencia en el Auditorio Caja Rural-Granada;
y en Salón de actos Casa Elder-S. C. Tenerife)

Las crisis son encrucijadas de caminos, tiempos de cambios, transformaciones y mutaciones sociológicas. De todas las crisis históricas de las cuales nos han llegado crónicas o referencias arqueológicas y antropológicas, prácticamente en todas, el advenimiento de este periodo sobrevino por una reacción en cadena de distintas situaciones y componentes críticos. A día de hoy, los medios de comunicación y la opinión pública y publicada afirman que estamos ante una trascendente crisis económica y, para los más críticos con el sistema moral de nuestra sociedad, aseveran que estamos ante una profunda crisis de valores. Ambas sentencias tienen mucho de cierto y, sin duda, las dos podrían ser el resumen más atinado para una comprensión global del escenario y sus circunstancias. No obstante y como he señalado anteriormente, básicamente las crisis sociales se producen por la inducción de muchos elementos, dispares entre sí y concomitantes en el tiempo, coyuntura y oportunidad. Es lo que denominamos crisis superpuestas.
En la actual situación de serio conflicto económico por la que atraviesa gran parte del mundo occidental y, concretamente, España, la macroeconomía bancaria, afectada por los sobrevalorados negocios inmobiliarios, ha sido el dispositivo disparador de una reacción en cadena que previamente estaba adormecida. Los recursos económicos de un país conforman la estructura conciliar de la sociología de un estado. Es decir, sin una economía mínimamente bien gestionada y representada, no existe nación ni estado, ni orden ni concierto social. Es por ello que la economía es más que la regencia, administración, disposición y asignación de unos recursos: es el tronco sobre el que se alistan y descubren otras contexturas y disposiciones de cohesión social. La actual crisis económica ha dejado al descubierto otras crisis, que si bien existían por sí mismas y eran concomitantes con la financiera, se han manifestado autónomamente, quedando desenmascaradas por la eclosión de la debacle económica.
En la actualidad, las crisis superpuestas todas ellas concernientes a la sociedad española son las siguientes:
1. Crisis antropológica de la verdad pública
2. Crisis sociológica de espiritualidad preilustrada y predemocrática
3. Crisis política de responsabilidad administrativa
4. Crisis de la partitocracia política y las ideologías absolutistas
5. Crisis de conciencia de equilibrios naturales
6. Crisis del crecimiento sostenible: la utopía del desarrollismo ilimitado
7. Crisis de responsabilidad económica e inmobiliaria
8. Crisis de modelos de productividad y rentabilización
9. Crisis demográfica
10. Crisis de estructuras familiares
11. Crisis tutelar: la dejación de responsabilidades parentales
12. Crisis de modelos y referencias éticas


ARGUMENTACIÓN:

1. Crisis antropológica de la verdad pública. La primera crisis a considerar es de trasfondo antropológico y se origina en la propia historia de España. Las imposturas y falsedades históricas es una característica propia del perfil psicosocial del país que, desde la mentira social, la manipulación y la censura, impone una forma de comportamiento habitual de lo público absolutamente nocivo. Los antiguos autos de fe, los tribunales de la inquisición o los censores sociales, administrativos y políticos alcanzan todo su maléfico esplendor en el siglo XVIII, cuando la Inquisición reconvierte su control hacia la persecución de nuevas ideas que, en la mayoría de los casos desde Francia, comienzan a difundirse en nuestro país. La tradicional fórmula inquisidora y de drástica imposición correctora, con sus quemas de individuos, libros y enseres, se reconvierte y actualiza en la censura de cualquier publicación, destrucción de documentos y volúmenes, tergiversación de la historia hasta los últimos detalles y manipulación de hechos. Fue tanta y tan vasta la costumbre censora y manipuladora del poder que, en la actualidad, historiadores se han especializado en investigar, descifrar y descubrir las falsedades de la historia española contada desde las tribunas del poder. Con la participación de distintas disciplinas se pretende descubrir la verdadera historia que, en muchos casos, difiere de manera sorprendente de las versiones oficiales impuestas y promocionadas por todos los medios propagandísticos y pedagógicos.
Esta conducta política y pública alcanza el siglo XX y XXI con prácticas similares desde las estructuras del estado, sea cual sea su régimen político. A día de hoy existe una auténtica crisis antropológica española de la verdad pública. Parecidos mecanismos censores, manipuladores y enmendadores se dan en el comportamiento psicosocial de la administración pública, de sus gestores y de los círculos periodísticos cercanos al poder. Si bien no en todos los estamentos y por un igual se da esta circunstancia con toda su ostentación, sí que el perfil mencionado es un comportamiento psicológico común y característico de los representantes o gestores en las estructuras y mecanismos de poder del país. Prueba de ello son las flagrantes tergiversaciones políticas y periodísticas sobre determinados acontecimientos, como en los atentados terroristas del 11 de Marzo del 2004 en Madrid o los múltiples eufemismos en distintos episodios políticos y parlamentarios, para hacer creer a la población otra cosa de lo que realmente sucedió. Este tipo intrínseco de manipulación y censura de los hechos ha alcanzado a otras esferas de la sociedad, por ejemplo, al periodismo deportivo, manipulando y trucando imágenes para querer demostrar y obligar a creer que sucedió una cosa distinta a la realidad, intentando pasar las mentiras como verdades, formando un estado de opinión pública absolutamente suplantado.
La crisis antropológica de la verosimilitud pública española es una conducta sin precedentes ni comparación con otros países occidentales. Si bien en otros estados europeos existe un concreto y delimitado periodismo amarillo, pretendidamente manipulador de la realidad -bien identificado-, en ningún caso tiene parecido con el histórico proceder de los mecanismos de poder españoles. Existe una real y preocupante crisis de la verdad pública que en estos momentos de seria dificultad económica se hace cotidianamente más evidente al salir a la luz innumerables imposturas, falsedades financieras, políticas y administrativas que han puesto en jaque a todo el sistema económico del país.

2. Crisis sociológica de espiritualidad preilustrada y predemocrática. Otra de las crisis superpuestas tiene su origen en la espiritualidad del pueblo español. La religión tradicional y mayoritaria del país, el catolicismo, ha sido desde tiempos remotos una religión preilustrada y predemocrática. Pese a que en el estudio teologal y dogmático, el catolicismo ostenta una alta erudición, en la sociopraxis de la espiritualidad permanece en una latente preilustración, que consecuentemente ha afectado y sigue afectando al pensamiento y perfil psicosocial de la población. La preilustración de la Iglesia Católica se manifiesta muy visiblemente en la severa aplicación dogmática de las verdades teologales que profesa, ignorando o eludiendo, en parte o en el todo, los procesos sociales, los progresos científicos, las convenciones socioculturales y las particularidades psicosociales de la población.
Estructuralmente y sociológicamente, el catolicismo  posee un dilatado pasado predemocrático, lo cual explica y ejemplariza un cierto tipo de crisis que afecta sedimentadamente a los valores y las conductas espirituales y sociales actuales. Hace tan solo 30 años que la religión nominalmente mayoritaria de los españoles se ha alistado o se está postulando como partícipe y colaborador de la democracia, sosteniendo así uno de los más preciados valores de cohesión social, respeto y civismo. En realidad, es muy poco tiempo en comparación con las usuales religiones de la mayoría de los países centroeuropeos, en los que la tradición democrática es mucho más dilatada, además de ser claramente colaboracionista con las libertades sociales e individuales.
España es un país de tradición católica, y a pesar de que no todos sus ciudadanos se sienten identificados con los postulados de dicha confesión cristiana, sí que los hábitos y tradiciones socioculturales y de conciencia conductual tienen profundas raíces confesionales. Aparte de su escasa tradición democrática y habitual preilustración, el perfil psicosocial del catolicismo posee algunas innatas características que ha condicionado determinantemente la socialización ética. Algunas de estas particularidades son: 1- su piramidal estructura jerárquica, trasladando al ciudadano medio percepciones y actitudes sociales menos cooperativistas y más piramidales e individualistas; 2- la tradicional confesión auricular y delegada, afectando a la asunción de responsabilidades personales y sociales; y 3- la diferenciación o distinción social entre clero y laicado, proponiendo distancias éticas y estéticas entre lo secular y lo sagrado y, en consecuencia, afectando a distintas percepciones sociales sobre lo público y lo privado, lo común y lo particular, lo burocrático y lo administrado.
Antropológicamente y por lo general, los comportamientos éticos obedecen a patrones religiosos aprendidos o asumidos como integrantes de la propia cultura. Cualquier aspecto social tiene un condicionante ético que se origina en cómo esa sociedad entiende simbólicamente la espiritualidad y de qué manera los aprendizajes culturales de la religiosidad participan en el comportamiento psicosocial. En España, pese a que el catolicismo es el lenguaje base y ascendente de una buena parte del comportamiento social, otras religiones, filosofías humanistas y espiritualidades dispares y disímiles entre sí también han participado en mayor o menor medida en la actual crisis. La atomización del pensamiento, la espiritualidad y la religión es un elemento disgregador de la conciencia social de un pueblo, diseminando la percepción y comprensión de los valores éticos comunes. La conjunción de religiones ancestrales, creencias supersticiosas y variopintos credos exógenos y endógenos, son elementos condicionantes en los procesos críticos y turbulentos, por la propia disgregación social y las consecuentes concepciones cardinales que conforman el perfil ético de un pueblo.

         3. Crisis política de responsabilidad administrativa. Tras la muerte del dictador Franco, España se vio sumida en un inexplorado proceso de transición democrática en la que otros agentes e individuos políticos, que anteriormente habían permanecido en el ostracismo y el exilio, tomarían parte activa en la administración pública del estado y sus autonomías. El llamado café para todos, formulado a principios de la transición, en el que se extendía a todas las comunidades del país el modelo de administración histórica que se reinstauraba en Cataluña y el País Vasco, es un resumido ejemplo de gestión ineficiente y simiente de consiguientes escenarios de conflictos públicos. Las reduplicadas administraciones del país, con diputaciones, cabildos, consejos comarcales, comunidades autónomas, ayuntamientos y estado central, con todo su funcionariado, asesores, coordinadores, cargos de confianza y políticos, aumentaron exponencialmente el gasto y la representatividad política, facilitando la aparición de procedimientos de gestión inflacionados e ineficaces, con poderosas castas políticas y representantes encandilados con los mecanismos de poder. Este modelo, en principio, apetecible y, posteriormente, temerario, que conjugó las deudas de autogobierno históricas no resueltas con la armonización del estado a costa de una multiduplicidad administrativa, ha llevado a la estructura del país a un callejón sin salida.
         No obstante, la crisis política de responsabilidad administrativa alcanza su cénit en la incapacidad de asumir hábitos de competencia. Muchos de los políticos elegidos nunca tuvieron experiencia de empresa privada ni tampoco poseyeron de suficientes credenciales académicas e intelectuales para ejercer un cargo en lo privado ni en la administración pública. No obstante, por amiguismos, favores e intereses de partido, fueron elegidos y ejercieron altas responsabilidades sin estar profesionalmente cualificados. Junto a ello, el soborno, como estrategia de gestión pública, generó serias deficiencias de carácter estructural, habilitando la recompensa, recomendación y preferencia, con hábitos políticos preñados de oficiosidad. La escasa tradición democrática del estado y sus estructuras también afectó sociológicamente a la capacidad pública de la administración común. Asimismo, los gestores provenientes de la dictadura, acostumbrados a la autocracia del poder también participaron. Si a todo ello sumamos un continuado periodo de crecimiento económico occidental, con permanentes rutinas financieras de desarrollo social, obtendremos las bases de un tipo de liderazgo político que, por lo general, ha sido incapaz de asumir responsabilidades de exclusivo bien público y ética social.

4. Crisis de la partitocracia política y las ideologías absolutistas. La llamada democracia de las élites políticas, la partitocracia, está instalada en todos los países de tradición democrática. Evidentemente, su enunciación tiene un cierto sentido despreciativo, especialmente por el mal uso y la mala regulación de los sistemas políticos. No obstante, éste no es un defecto exclusivo de los países occidentales sino que en cualquier país predemocrático siempre han existido clanes políticos. Consecuentemente, podríamos afirmar que la partitocracia es la codicia política y pública de poder por grupos de élite económico o social, con fines de monopolio gubernativo y laudatorio, ya sea en regímenes democráticos, autocráticos u oligárquicos. Sin embargo, que en democracia también se manifiesten con todo su esplendor, es preocupante por la incapacidad reguladora de las propias estructuras democráticas y por los fuertes intereses de los grupos de presión y lobbys hacia la propia esencia de la democracia.
En España, la crisis de la partitocracia se desarrolla sin control gracias a una debilitada concepción y redacción estatutaria sobre las delimitaciones públicas y el restringido acceso de nuevos actores ideológicos a la vida política del país. A diferencia de los países nórdicos europeos, en los que la ordenación y reglamentación pública es muy estricta y precisa, disipando los monopolios y grupos de presión e influencia, la española deja muchos flancos abiertos, permitiendo y transigiendo que el control de los partidos sobre la vida pública, gubernamental y administrativa, en realidad enferme los más esenciales procesos democráticos del estado. Si, además, entre los propios partidos políticos y los círculos de poder económico existe una estrecha cohabitación y dependencia de los primeros hacia los segundos, observaremos cómo las estructuras democráticas sufren un debilitamiento  ético y estético continuado. Sin duda, la partitocracia es uno de males endémicos de las sociedades poco desarrolladas democráticamente. España padece esta dolencia por cuatro principales causas: la escasa tradición democrática del país, la poca reglamentación y control de los actores políticos y sociales, la dependencia de los partidos políticos a las estructuras capitalistas y una particular concepción del estado basada en la acumulación y multiplicidad de poderes públicos.
En medio de la situación actual de crisis superpuestas, no podemos olvidar que España es un país de estrictas tendencias ideológicas. Es decir, vivimos en un país que, en esencia, se lucha y se es capaz de morir antes por cualquier ideología que por valores de consideración humana. La vida política y social del estado está impregnada de grandes cotas de ideologías absolutistas que eliminan al contrario, abriendo zanjas o construyendo muros de incomprensión para vencer a cualquier precio. La crisis de las ideologías absolutistas es el fracaso de la renovación o actualización del pensamiento social y las ideas creativas y constructivas. Amparados en fortalezas altamente arbitrarias y dominantes, una gran mayoría de los agentes políticos y sociales de nuestro país ejercen el servicio público como una lucha de doctrinas, erigiendo y defendiendo innumerables ismos. Ante este maremágnum de ideologías, solo cabe desenmascararlas y optar por mentes aligeradas de inercias nocivas, para caminar por senderos de nuevas ideas y formas de pensamiento libres, que construyan puentes y delineen nuevos caminos.

         5. Crisis de la conciencia de equilibrios naturales. El desarrollismo e imparable crecimiento social y económico que en Europa se produjo tras la Segunda Guerra Mundial y, en España, tras década y media de finalizar la guerra Civil, propició una auténtica fractura entre el hombre y su entorno. Anteriormente ya había muestras de intensa disociación, eludiendo las responsabilidades creacionales de cuidado, protección y acompasamiento con la naturaleza. Pero la crisis de la conciencia de equilibrios naturales se consolidó hacia los años 70, dando lugar a conductas conceptuales de constante crecimiento y desarrollo que propiciaron distintas percepciones psicosociales de superioridad universal, como el llamado Estado del Bienestar o el desarrollismo ilimitado. Instalados en este modelo de desequilibrios planetarios, la sociedad en su conjunto ha disfrutado de altas cotas de protección y progreso, en detrimento, dispendio y dilapidación de la propia naturaleza.
         La ruptura de los equilibrios naturales ha llevado a sucesivos escenarios de crisis medioambiental y ecológica. La abusiva utilización de los recursos de la tierra en beneficio exclusivo del ser humano ha provocado que el mismo planeta altere la gestión de sus propios latidos naturales. Las cada vez mayores desertizaciones, los crecientes deshielos en los polos, los cambios climáticos de gran alcance o las ingentes acumulaciones de residuos y desechos, contrasta con la dilapidación y derroche de los recursos naturales por parte del hombre. La crisis de la conciencia de equilibrios naturales es, en realidad, un conflicto ético del hombre con su entorno. Pero aún más allá, esta crisis de la conciencia de equilibrios naturales es una nefasta y desastrosa actitud hostil del hombre hacia su propio hábitat y medio de subsistencia, llevándonos hacia un inminente autoecocidio.

         6. Crisis del crecimiento sostenible: la utopía del desarrollismo ilimitado. El espejismo estructural en el cual se han mirado narcisistamente las sociedades occidentales es la utopía del continuo y perpetuo crecimiento económico y social, sin tener en cuenta los distintos períodos de distensión socioeconómica. Fruto también de la teórica superioridad del ser humano respecto a su entorno natural y de los incomparables avances científicos y tecnológicos de los últimos decenios, este deseo de crecimiento neoliberal y de codicia socioeconómica ha provocado en el ciudadano occidental unos irreprimibles hábitos hedonistas e hiperconsumistas.
         Crecer constantemente en lo económico y en lo social es absolutamente insostenible. Los ancestrales modelos de crecimiento que preveían siete años de abundancia y siete de escasez, era el estable patrón sobre el que se asentaban las economías de todos los pueblos de la tierra. Si bien existían algunas diferencias, puesto que en algunas culturas se situaba en diez años, en otras, ocho, e incluso en seis, todas ellas se regían por una concepción natural de la vida y sus ciclos. En la actualidad, la extrema desconsideración de los ciclos naturales ha llevado a gran parte de las sociedades occidentales a un profundo crack económico. La imparable ascensión del capitalismo, como modelo de crecimiento autárquico, ha favorecido economías descaradamente neoliberales y absolutistas, con desbocados desarrollismos y expectativas psicosociales en la población de no límites y desenfrenos consumistas.
La cuestión clave está en el concepto de finitud, de la existencia de límites, en la inviabilidad del crecimiento continuo y permanente. Una sencilla regla matemática demuestra la imposibiliad del crecimiento constante: la regla de oro del 69, que permite calcular el tiempo en una variable, duplicándose: “El tiempo que cualquier magnitud sometida a tasas de crecimiento constante tarda en duplicarse es aproximadamente 69 dividido por la tasa anual de crecimiento” [T269/i], Cuando se adopta esta ecuación de tasa de crecimiento, por ejemplo en el PIB, habitualmente lo valoramos como una buena noticia; no obstante, en realidad es el informe que atestigua que vamos por el camino más rápido hacia la devastación del planeta. [1]
Un concepto anglosajón que se ha denominado en castellano translimitación (ecological overshoot en inglés), nos lleva a pensar que nuestra sociedad no tiene otra salida que el decrecimiento estructural. Toda reflexión sobre la crisis actual debe partir de estos dos supuestos básicos: el crecimiento tiene límites, y ya los hemos sobrepasado. Por lo tanto, debemos desembocar en una nueva fórmula que suplante el Estado del Bienestar, avanzando hacia el Estado Estacionario: la instauración de modelos de sostenibilidad estructural y decrecimiento.

7. Crisis de responsabilidad económica e inmobiliaria. La crisis de responsabilidad económica e inmobiliaria se consolidó cuando a raíz de la introducción del euro (año 2001) los países más periféricos de Europa se beneficiaron del paraguas que representaba el euro y de la fortaleza económica de los países más desarrollados, como Finlandia, Suecia o Alemania. En consecuencia, los tipos de interés bajaron mucho, siendo excesivamente bajos, lo que permitió que la población pudiera pedir prestado y comprar casas con mayor facilidad. Lógicamente, al comprar viviendas, subieron los precios de las mismas. Al subir los precios, la gente pensó que era muy fácil ganar dinero comprando y vendiendo casas, y se estableció una percepción de que gran parte del crecimiento económico del país pasaba preferentemente por el negocio inmobiliario.[2]
Al socializarse el concepto de que era fácil ganar dinero negociando con casas, atrajo a mucha más gente a comprar. Al haber tanta gente que compraba casas, muchas empresas enloquecieron, abandonaron sus quehaceres habituales y se dedicaron a negocios relacionados con la construcción. Los bancos también enloquecieron, prestando dinero, sin darse cuenta de que al final los precios de las casas tendrían que dejar de subir. Por su parte, el gobierno también enloqueció, porque tenía que haber previsto que esos ingresos que estaba obteniendo eran temporales; pero sucedió lo contrario, legisló para facilitar a nativos e inmigración la adquisición de viviendas. Lógicamente, todas las personas que negociaban con las casas y que adquirían viviendas de primera, segunda o tercera necesidad, pagaban impuestos y el estado los recaudaba. El gobierno debía haberse dado cuenta de que aquello era temporal, que no era real, que tarde o temprano los ingresos le iban a bajar, pero en lugar de comportarse como una persona razonable cuando tiene ingresos extraordinarios, el gobierno aumentó la deuda pública y empezó a ampliar en educación, en sanidad, en infraestructuras; se hicieron aeropuertos que no eran necesarios, se hicieron palacios de deportes en cada pueblo, salas multiusos, trenes de alta velocidad abarcando todo el territorio, etc. Todo este dispendio acabó arruinando el país. Cuando explotó la burbuja, bajaron los ingresos, los gastos siguieron siendo los mismos y se creó el déficit que a día de hoy se ha convertido en el mayor problema del país.[3]
Las burbujas tienen una condición común: es un fenómeno de locura colectiva en la que los empresarios enloquecen, los bancos enloquecen, el gobierno enloquece y los ciudadanos, que también participan en comprar y vender, también enloquecen. Toda esta locura de las burbujas es un fenómeno ancestral de la psicología humana. Las personas tenemos la predisposición a pensar que nuestra tendencia más reciente se va a proyectar hacia el futuro. Si hemos tenido éxito en un reciente negocio, creemos que el siguiente nos va a ir bien. Si, al contrario, no hemos tenido éxito, reproducimos psicológicamente está apreciación hacia el futuro, condicionando nuestro comportamiento y percepción. Así se puede entender que la espiral del éxito de la burbuja inmobiliaria afectara a todos los estratos de la sociedad, por la tendencia humana a proyectar hacia el futuro una situación reciente, abandonando las responsabilidades económicas y estructurales.

8. Crisis de modelos de productividad y la rentabilización. Los modelos españoles de productividad y rentabilización han participado determinantemente en la presente crisis. Condicionados por la locura del crecimiento inmobiliario, en la que distintas empresas y empresarios transformaron sus habituales negocios por los florecientes modelos inmobiliarios, el fiel de la balanza productiva se decantó determinantemente hacia la especulación, abandonando conceptos de crecimiento productivo basados en la creatividad, la innovación, el esfuerzo empresarial y el comercio de intercambio y distribución combinada.
La rentabilidad a corto plazo inundó la psicología del emprendedor, que vio en el modelo especulativo la manera de alcanzar altos beneficios y suculentas prebendas. Esta fórmula estuvo avalada por el propio estado y las administraciones autónomas y locales,[4] allanando el terreno legal para que se desarrollara este tipo de mercado de la codicia y especulación. Este modelo introdujo en la población la psicología social del mínimo esfuerzo y la mínima dedicación. Tan sólo con la compra-venta se podían obtener altos dividendos, por lo que la dedicación, el trabajo, el esfuerzo y la persistencia resultaron ser valores empresariales de otras épocas.
La crisis actual tiene su origen en la concepción psicológica de negocio de los pasados años. Pese a que muchos fueron los empleados que trabajaron a destajo en la construcción y en otras empresas del sector y adyacentes, también es cierto que los sueldos y retribuciones laborales fueron tan suculentos, que el modelo de la codicia y especulación alcanzó los estratos más bajos de la sociedad. Desde los empresarios hasta los operarios de menor competencia profesional, todos quedaron impregnados de este modelo de dinero fácil y rápido, sin tener en cuenta los valores del trabajo esforzado para obtener un beneficio a largo plazo y, también, sin atender a la innovación, la investigación y desarrollo de nuevos formatos y productos. El binomio de la productividad rápida y rentabilización aún más rápida, condicionó la psicología de empresarios y trabajadores, abandonando la productividad fructífera que nace del proceso, la dedicación, la perseverancia, la creatividad, la metodología, el desarrollo de una idea, la elaboración de un proyecto y el desarrollo diligente de un producto y su introducción en el mercado de manera bien diseñada y competitiva.

9. Crisis demográfica. La historia ha contemplado innumerables crisis demográficas. Dichos desequilibrios ya se dieron en la antigua Egipto, cuando migraciones desde territorios del sur hacia las laderas del Nilo en el norte propició un colapso social en el imperio. Consecuentemente, una de las tesis del desmoronamiento egipcio se basa en la mutación migratoria y en la desproporción de sexos. En la actualidad, la superpoblación, el envejecimiento, la concentración y la sucesión demográfica de la población mundial son cuatro importantes elementos de estudio para los especialistas en la materia. En la reciente historia de España hemos presenciado distintos procesos migratorios que han propiciado una sociedad más heterogénea, compleja y, cómo no, más rica social y culturalmente.[5] Las distintas migraciones interiores y exteriores, y la superpoblación y concentración en zonas urbanas son dos de los aspectos a tener en cuenta para un juicioso estudio del tema. No obstante, en la presente crisis económica coexisten dos importantes conceptos a considerar: 1. El abandono masivo de las zonas de cultivo y la consecuente emigración y concentración en las ciudades; y 2. El envejecimiento de la población por el descenso de la natalidad y la consiguiente superpoblación no productiva.
Las sociedades modernas se agrupan preferentemente en las grandes ciudades. Esta mutación y abandono de las zonas rurales no va exclusivamente en perjuicio directo de la producción agrícola, sino que, también, directamente condiciona las estructuras socioeconómicas al propiciar una industrialización urbana preferente, permanente y persistente, con la socialización del consumo urbano y sus respectivas tipologías de acaparamiento y derroche. Por otro lado, el progresivo envejecimiento de la población por el descenso de la natalidad es ya una de las más serias preocupaciones de sociólogos y demógrafos. Una sociedad más envejecida dispara el gasto social y aumenta la población en el flanco más débil y con menor capacidad de asumir nuevas condiciones de vida.
Todo ello nos lleva a considerar que, en la crisis actual, la irresolución de distintos contingentes demográficos ha sido un condicionante importante de eclosión. Para exponerlo con mayor precisión en favor de una mejor comprensión, podemos determinar que gran parte de la crisis inmobiliaria acabó de inflarse y explosionar por la interesada utilización socioeconómica de la inmigración en la adquisición de nuevas viviendas. Al no existir políticas demográficas ni de recepción y asimilación de los nuevos llegados, el libre mercado, con la participación de sus gestores políticos y financieros, tomaron decisiones legislativas y económicas, condicionando la demografía y el desarrollo ordenado y distributivo del país. Lo mismo sucedió con el envejecimiento de la población, la superpoblación y la ausencia de políticas regulatorias. La demografía, como ciencia de las poblaciones, sus movimientos y comportamientos evolutivos, ha sufrido un sistemático olvido en la planificación y organización política y social.[6]

10. Crisis de estructuras familiares. Aunque la palabra crisis arrastra un cierto significado de fracaso y derrota, es conveniente sacarle la tensión de la negatividad, ya que, esencialmente, crisis también es un proceso de cambio y transformación que desembocará en un nuevo estado, diferente del anterior. Respecto a las estructuras familiares, la crisis que constatamos son procesos determinados que, por un lado, pueden tener connotaciones éticas o morales y, por otro, una estrecha relación con los incesantes cambios acontecidos en la sociedad. No obstante, a lo largo de la historia, cada núcleo y estructura familiar ha tenido que enfrentarse a distintas situaciones complejas y dificultosas; pero la gran diferencia con el presente es la gran multiplicidad de escenarios y conflictos que sufre y se ve afectada la familia actual. Nuestra sociedad ha centuplicado las condiciones de riesgo por los innumerables avances sociales y las consecuentes oportunidades. La liberación de la mujer, su generalizado acceso al mercado de trabajo y empresarial, la emancipación temprana de los hijos, la posibilidad de divorcio y nuevas nupcias, los matrimonios del mismo sexo, los distintas tipos y unidades de familia o la preponderancia de una sociedad altamente competitiva, son componentes e influencias que atomizan determinantemente los ancestrales modelos familiares.
En los últimos cincuenta años, los modelos tradicionales de familia han experimentado profundos cambios estructurales. Fácilmente se podrían denominar crisis evolutivas, pues tienen relación directa con los cambios biológicos, psicológicos y sociales de cada uno de sus miembros y, consecuentemente, con estos cambios también se transforman las pautas de interacción en el contexto familiar. Estas transformaciones individuales se producen, básicamente, por la presión de las novedosas renovaciones de los modelos sociales, económicos y tecnológicos, afectando a cada uno de los miembros y desarrollando comportamientos más acusados de individualización y autonomía, incorporando el desempeño de nuevas funciones en sus roles, con estructuras familiares más o menos complejas y, también, más o menos satisfactorias.
En la crisis económica por la que atraviesa España, las familias, como un espejo aumentado de la propia sociedad, han aportado abundantes condiciones de inestabilidad por sus indeterminados cambios y transformaciones. La tradicional estructura marital de hombre y mujer con hijos, ha sufrido numerosas alteraciones, desencadenando novedosos e incontables formas y unidades familiares. Pese a que el núcleo fundamental de la sociedad sigue siendo la familia, no por ello debemos obviar que los distintos modelos familiares, las disímiles concepciones unitarias, los diversos comportamientos emancipados y las complejas y heterogéneas relaciones domésticas, aportan a la colectividad de un país un sinfín de desconocidas probabilidades convivenciales, nuevos comportamientos sociales y distintas comprensiones éticas y morales que desembocan en un latente estado de crisis, aún  sin disipar.

11. Crisis tutelar: la dejación de responsabilidades parentales. Los cambios en la estructura familiar han afectado determinantemente a la dejación de responsabilidades parentales y son parte de la crisis presente. Los valores de la educación tradicional, que quedaban resumidas en el respeto, la disciplina y obediencia al adulto, han sido sustituidos por otros valores contrapuestos: condescendencia, indulgencia y permisividad. Bajo la perspectiva de padres y educadores que en su infancia y juventud sufrieron una extralimitada disciplina y con la participación de una sociedad en constantes cambios que, consecuentemente, afectaron a los roles tradicionales de la familia, los nuevos modelos educativos se adaptaron a las circunstancias por el lado más laxo y transigente. Otro de los aspectos que ha influido en la desestabilización familiar ha sido la excesiva protección de los padres hacia los hijos. El miedo a que sufran o pasen por distintos sinsabores, ha estimulado una educación muy protegida y consentida, permitiendo que los menores tomaran el control psicológico de las decisiones de los propios padres.
En medio de este escenario de descontrol educacional, todos y cada uno de los implicados ha sufrido las consecuencias del desorden. Por lo general, los padres se han visto superados por los hijos, sin poder doblegar la tendencia social y parental de dejación de responsabilidades y permisividad (una vez se da el paso de la dejación, es prácticamente imposible recuperar el terreno perdido). Por su parte, los niños y adolescentes han tomado el control de muchas de las situaciones y escenarios familiares, determinando y condicionando los tiempos y las pautas. Por otro lado, los educadores escolares han visto como, muchas veces, su trabajo ha sido desestimado y poco valorado, llegando incluso hasta la desconsideración y el desprecio por parte de niños y padres. Los veloces cambios sociales y los novedosos modelos educacionales de los últimos 30 años, también han sido determinantes en la psicología tutelar. Padres y madres que habían tenido pocas posibilidades de estudio, así como los que tenían más formación académica, abandonaron algunos aspectos de su responsabilidad respecto a la dirección y control, facilitando a los hijos la gestión y la autoridad de múltiples situaciones y circunstancias familiares.
Todo este desorden generacional ha significado una profunda quiebra de los modelos educativos parentales. Desde una perspectiva socioeducativa, valoramos las últimas dos generaciones como perdidas y sin recuperación. Es posible que la presente generación, afectada por la grave crisis económica, pueda alcanzar ciertos niveles de responsabilidad y formalidad educativa. La crisis tutelar, también generalizada en el resto de Europa, ha propiciado algunos programas televisivos sobre estrategias y básicos conceptos educativos. Las supernnanies, los hermanos mayores y otros espacios de ayuda de los mass media están siendo una guía para la reeducación de padres e hijos.
Los antiguos valores educativos de respeto, disciplina y obediencia al adulto, han dado paso a la condescendencia, indulgencia y permisividad. No obstante, los valores que se postulan para el presente y futuro inmediato se agrupan en el orden, el esfuerzo y el respeto. Por orden nos referimos a la disciplina del tiempo, las actitudes, las capacidades y la organización logística del día a día, con hábitos domésticos y familiares. Respecto al esfuerzo, es contraponer la ley del mínimo esfuerzo y exigua dedicación con el ejercicio de la voluntad y el empeño en metas posibles y realizables. Por lo que se refiere al respeto, es otorgar gran importancia a este valor en todos los ámbitos, desde los vínculos familiares y las amistades hasta los concernientes a la escuela, instituto y relaciones personales.

12. Crisis de modelos y referencias éticas. La sociedad de hoy vive en un profundo contrasentido: carece de claros y positivos modelos o referencias éticas, pero, al mismo tiempo, tiene excedentes de todo tipo de ideologías, filosofías, opiniones, criterios, apreciaciones, impresiones, conjeturas o razonamientos. Detrás de todos estos excedentes no existen unos auténticos valores que los sustenten sino una diversidad de conceptos que se postulan desde diferentes entornos, especialmente por los medios de comunicación social. Sus postulados más habituales son: la individualización, la egonomía, el consumismo o el hiperhedonismo. No obstante, en medio de la crisis de modelos existen otros prototipos de corte reactivo que pretenden ser una guía en medio de la ausencia de referencias. Conceptos como la solidaridad, la tolerancia, la libertad o la paz se muestran como antídotos sociales ante la falta de modelos éticos de profundo calado.
Valores es una palabra que suena por todas partes, pero ello no significa que esté llena de contenido. El presente desastre económico no es ajeno a la crisis ética que empezó hacia los años ochenta ni, tampoco, el vacío moral actual será llenado por otros valores satisfactoriamente aceptados. Si bien, la atomización de múltiples religiosidades y espiritualidades occidentales ha provocado un gran vacío de modelos comunes, sí que podemos considerar que bastantes de estos modelos tienen como punto de unión el cristianismo o pensamientos sociales adyacentes. No obstante, los procesos de concienciación y aceptación de nuevas y estables referencias éticas, sean religiosas o no, serán algo dilatadas en el tiempo, porque ante tanta diversidad se hará más difícil asimilar aquellas que realmente sean imprescindibles o indispensables.
Sin embargo, es cierto que en sociedad coexisten otros valores sociales, económicos o deportivos que marcan una línea o un perfil positivo.[7] Pero lo que más necesita la sociedad actual son valores o modelos éticos, aquellos que, por encima de todo, tienen como referencia la ética de las virtudes y la excelencia de la persona. Algunas de ellas son: la verdad, como antídoto a toda mentira social; el amor desprendido y entregado; la revalorización de la familia, como factor socializador y unificador; las relaciones justas y saludables entre padres e hijos; la prudencia, como reflexión para la acción; la justicia, entendida como equidad; la austeridad, como capacidad de valorar y apreciar los bienes recibidos, poniendo en alza el valor del respeto mutuo; la templanza, como control personal ante cualquier situación o disfunción social; la educación, como la revalorización integral de la persona y el ser humano, con el respeto como norte; o el de la fe, como la capacidad de comprender y aceptar valores que van más allá de las limitaciones de nuestro mundo. Resumidamente podría describirse de la siguiente manera: hacer personas, hacer hogar, hacer familia, hacer sociedad. Un valor añadido que se podría representar por un nuevo modelo de IVA: Ideas, Valores y Actitudes. Ideas, no exclusivamente ideologías; Valores, que nacen de principios éticos universales; y Actitudes positivas y cooperantes con el bien común, como el mayor y más preciado valor.





[1] Meadows, Donella H. & Randers, Jørgen & Meadows, Dennis L. [1993]: Más allá de los límites del crecimiento. Círculo de Lectores, Barcelona.
[2] Burbujas inmobiliarias ha habido a lo largo de la historia. De todas ellas, dos de las más cercanas son la japonesa y la norteamericana. La de Japón se formó en los años 80 y explotó en 1990, cayendo el precio de las viviendas un 50%. Otra burbuja famosa, surprime en los Estados Unidos, los precios de las casas cayeron como máximo un 30%. En la actualidad, los precios de las viviendas en España han caído un 26%, estando más cerca de EUA que de Japón. Si en España van a caer más, no lo sabemos. Si se mantuviera este tope del 26%, sería una crisis de burbuja inmobiliaria muy parecida a EUA. Pero es posible que caigan aún más, acercándose preocupantemente al 50% de caída que sufrió Japón.
[3] Xavier Sala i Martín; La burbuja inmobiliaria; La Vnaguardia, Julio 2012.
[4] Una consecuencia directa de la intervención del estado en la formación de empresas competitivas, fue y es la gran burocracia y los altos costes en tiempo y dinero para crear una empresa. Según datos del 2010 del Banco Mundial, en España el tiempo medio de constitución de una empresa es de 49 días, contrastando con Hungría o Bélgica 4 días, seguidos de Portugal, Italia, Eslovenia y Dinamarca 6 días. Otra de las grandes diferencias es la facilidad de crear un empresa directamente por Internet, en tan solo 3 horas, por tan solo 80 euros, como es el caso de Gran Bretaña
[5] Entre las distintas migraciones del país, podemos contar la de los años 20 del siglo XX, cuando un buen número de habitantes del sur de la península se trasladaron a vivir al norte, esencialmente Cataluña. La de la guerra civil española, en la que más 500.000 republicanos emigraron forzosamente a Francia, México, Argentina, Venezuela y otros países sudamericanos. En los años 50-60, cuando más de un millón de españoles viajaron preferentemente a la Europa reconstruida después de la Segunda Guerra Mundial para buscar trabajo. En los 60-70, la época de la gran emigración del sur al noroeste de España. Y la posterior inmigración, de países sudamericanos, africanos y del este de Europa.
[6] Un ejemplo de incompetencia de atención demográfica es el caso extremeño. En los últimos años, gracias a los Fondos Estructurales de la Unión Europea y del Fondo de Compensación Interterritorial español, la comunidad autónoma de Extremadura ha experimentado un gran crecimiento económico y social, con modernas instalaciones, museos de arte moderno, aulas con ordenadores para cada alumno, etc. No obstante, toda la corrección económica invertida en Extremadura contrasta con el crecimiento demográfico de su población en los últimos veinte años: cero. Mientras tanto, otras comunidades del estado, como Cataluña o Valencia han sufrido un notable crecimiento de su población: entre el 10 y el 20%. Si tenemos en cuenta, además, que estas comunidades son contribuyentes en los planes económicos correctores del estado, notaremos cómo el valor demográfico no se ha tenido en cuenta, añadiendo nuevos desequilibrios sociales y económicos, además de demográficos.
[7] Modelos de esfuerzo y dedicación deportiva, como tenistas renombrados o equipos de fútbol recientemente muy laureados, son referencias válidas para la formación humana. 

© 2012 Josep Marc Laporta.

Licencia de Creative Commons

3 comentarios:

  1. Antonio Vera04:42

    Muy buena conferencia. Estuve en Granada en junio pasado y dio en el clavo, muy clarito. Le felicito por su exposicion y le deseo muchos éxitos.

    ResponderEliminar
  2. Anonimo muy harto de todo16:30

    Agradezco este articulo. Ya era hora que alguien detallara como hemos llegado hasta aquí con la crisis y las distintas crisis que nos estan dejando el pais hecho una mierda. Despues de leerlo me siento impotente ante tanto vago y tanto mal nacido. No nos merecemos los politicos que tenemos ni el tinglao que hemos montado entree todos. Una pena. Para llorar y no echar gota!

    ResponderEliminar
  3. Anónimo19:55

    Me parece muy buena xposicion.

    ResponderEliminar