jml

· Lingüicidio por ley

© 2013 Josep Marc Laporta

       El acrónimo LAPAO nada tiene que ver con el dialecto que se habla en el sur de la China, que forma parte del grupo lingüístico Naxi y que hablan unas trescientas mil personas. Tampoco tiene relación con la lengua propia de la provincia de Yunnan, con hablantes en Birmania y en el Tibet, y que básicamente está estructurada por pictogramas o por signos de tipo silábico. Por supuesto que no se trata de esta modalidad dialectal asiática denominada LAPAO.

       LAPAO (Lengua Aragonesa Propia del Área Oriental) es la nueva denominación del catalán que, por imposición no filológica ni académica de las Cortes de Aragón, desde mayo del 2013 se instaura como nomenclatura oficial de la lengua catalana que hablan gran parte de los habitantes de la franja aragonesa limítrofe con Cataluña.
       La Franja de Ponent[1] es un territorio perteneciente a la Comunidad Autónoma de Aragón, en la que sus habitantes –tradicionalmente y por relaciones comerciales con las comarcas de Lleida– adoptaron el catalán como lengua propia, junto al castellano. Este milenario idioma, históricamente fue utilizado, junto al aragonés, en las Cortes Generales de Aragón hasta el siglo XVI y adoptado por dicha Franja hasta la actualidad.
        No obstante, el gobierno del Partido Popular, presidido por Luisa Fernanda Rudi, ha impulsado la aprobación parlamentaria de la ley de lenguas[2] que, además de otorgar una nueva denominación y siglas (LAPAO), la deja sin su original, histórico y filológico tratamiento científico –catalán– y sin el reconocimiento y protección que la historia le ha merecido. El eufemismo LAPAO intenta liquidar la realidad histórica y sociológica de la lengua catalana con sus habitantes de la Franja, y deja a expensas de la ventura su supervivencia idomática. Un lingüicidio por ley. Es decir, una firme provocación a la muerte de una lengua, diseccionándola de su tronco lingüístico y de los escenarios sociales que característicamente la mantuvieron viva.

 SOCIOLOGÍA FORMATIVA DE LA LENGUA

       La lengua de un territorio es la cultura transportada en la boca y en los labios, repetida millones de veces por quienes la hablan. El idioma es la expresión máxima de una cultura y sus particularidades, mucho más allá de la veneración y protección que se pueda dar a una catedral, iglesia o monumento antiguo. Mientras los edificios y símbolos arquitectónicos son obras realizadas por los hombres en un momento de la historia, la lengua es la construcción social de una serie de comprensiones vitales que atañen en el tiempo a un pueblo o una comunidad. El idioma se lleva en la mente, en el corazón y en la boca, y se reproduce infinitamente, actualizando constantemente el pósito social, contextual y cultural de una historia común e interactiva.
       El idioma es mucho más que un simple código de comunicación, es la transmisión de conceptos sociales comunes, un modelo de socialización diaria y la edificación del sentido de pertenencia. Es la lengua quien ha dado nombre a cada rincón de un territorio, proporcionando comprensiones lingüísticas y sociológicas indisolubles con el paraje, formando entidades humanas de comprensión. Cada río, valle, atajo, camino, montaña, pueblo o región ha sido designado de manera inteligible con el imprevisible fin de facilitar vinculaciones emocionales, ciudadanas o relacionales con el territorio. Quien o quienes pusieron nombre a un monte o a un acantilado, lo hicieron con su lenguaje y comprensión de la realidad, identificando el lugar con un suceso contextual y real, proporcionando a ese paraje un apelativo que los ligaría permanentemente con la historia y sus gentes, tanto coetáneas como posteriores. Es por ello, que un idioma no puede ser considerado exclusivamente la recopilación de enunciaciones y formulaciones de carácter ortográfico, fonológico, morfológico o sintáctico. Sociológicamente, el idioma es mucho más, es la cosmovisión de millones de personas a través del hilo conductor de la historia común y su lenguaje.
       Un idioma no es solo comunicación, es comprensión social, una manera de entenderse más allá de las palabras, porque éstas alcanzan significado no solo por pertenecer a un idioma y pronunciarse correctamente, sino por cómo se alinean entre ellas, por cómo expresan conceptos comunes y por cómo construyen un sentido de entendimiento regional, estableciendo coherencias sociales. Una lengua transmite en su interior concepciones y significaciones conductuales, estructurales y sociales que van más allá de las estrictas palabras o frases, estableciendo un protocolo conceptual de relación social. Desencarnar la lengua de su territorio y de la arquitectura sociológica que sus habitantes han tejido con su voz durante siglos, es provocar un lingüicidio; porque el idioma no solo forma parte de los códigos comunicacionales, sino que en sí mismo es un código comunitario de conducta y relación social. 

SOCIOLINGÜISTICA Y TRASFONDO SOCIAL

       El código de comunicación social de un idioma se puede apreciar en las expresiones populares o en las frases hechas de sus refraneros. A modo de ejemplo, podemos observar cómo un aforismo en castellano no tiene el mismo sentido que su homónimo en catalán (y vicerversa), pese a que conceptualmente pueda significar lo mismo.
       En castellano se dice “a lo hecho pecho”; mientras que su equivalente en catalán sería “un cop fet, ja està fet” (una vez hecho, ya está hecho). La diferencia estriba en que el primero se presenta como un desafío: sacar pecho de lo realizado; no obstante, en catalán tiene el sentido de la asunción de cierta responsabilidad ante el acto consumado.
       “Al mal tiempo buena cara”, diríamos en castellano. En catalán sería “cal fer el cor fort” (es necesario hacer el corazón fuerte). La buena cara implica sobreponerse externamente, mientras que ‘hacer el corazón fuerte’ expresa una actitud de fortaleza interior.
       En castellano se dice “una de cal y otra de arena”. En catalán, “una de freda i una de calenta” (una fría y otra caliente). En ambos refranes se expresa el contraste por oposición, aunque difieren respecto a los componentes. La cal –material caro y más noble– y la arena –más abundante y menos importante–, revela cómo se mezclaban dos de los elementos principales para el adobe en la construcción de las casas; mientras que lo frío y caliente presenta un contraste térmico extremo, una simbología más radical.
       En castellano se habla de inmigrantes para referirse a los que llegan al país buscando trabajo u oportunidades sociales. El catalán los llama 'nouvinguts' (nuevos arrivados), un concepto más acogedor, lleno de sentido corporativo.

       En cuanto a palabras distintas que expresan un mismo concepto, aunque reflejando diferentes trasfondos, en castellano se pagan 'impuestos' y en catalán se paga la ‘contribución’. El primero viene de ‘imponer’ y el segundo de ‘contribuir’. Esta diferencia semántica permite intuir diferencias significativas entre ambas culturas en el ámbito de lo público. La historia de Cataluña tiene una notable atención al bien común. Consecuentemente, es natural y comprensible que en la lengua haya quedado reflejada la palabra ‘contribución’ como la forma lingüística y administrativa para referirse al impuesto económico sobre los bienes.
       En castellano se habla de ‘sinvergüenzas', mientras que los correspondientes en catalán son unos 'pocavergonyes' (poca vergüenzas). Es decir, los primeros no tienen vergüenza; y, los segundos, tienen más bien poca; una pequeña diferencia que deja entrever algún significado etimológico aún por descifrar.
      ‘Tocar madera’ no es lo mismo que ‘tocar ferro’ (tocar hierro). La expresión castellana apunta a milenarias leyendas provenientes de distintas culturas sobre la fortuna del árbol o referencias a las virtudes mágicas de la madera.[3] No obstante, la acepción catalana tiene otro trasfondo. Cuando en la Edad Media, en un camino se acercaba alguien de mal aspecto, se avisaba el compañero de viaje diciéndole 'toca hierro', que quería decir que cogiera la espada, el puñal o cualquier arma adecuada, a fin de ponerse en guardia para defenderse de una posible agresión. Si en castellano, ‘tocar madera’ apunta a la magia y a tener buena suerte, en catalán parece significar prevención o atención, sin desdeñar el ingrediente de la superstición.
       También existen diferencias entre ‘hablar’ o ‘enraonar’. En castellano se habla y en catalán se conversa ‘utilizando la razón’, que es el significado etimológico de ‘enraonar’. Lo que para unos es platicar, para los otros implica establecer un diálogo con cierta actitud de entendimiento.
       Para enseñar algo a alguien, en castellano se ‘adiestra’ y en catalán ‘s’ensinistra’; el primero basa el conocimiento sobre la diestra y el segundo lo hace sobre la izquierda. Sin otorgarle un estricto sentido de tendencias políticas, la diferencia es cuanto menos curiosa.
       Y, como último, cuando unos dicen ‘tomemos un café’, los otros prefieren decir ‘fem un cafè’  (hagamos un café); una actitud más relacional o conversacional, que podría implicar un acto de mayor implicación.[4] 
    
       Observados estos breves e insuficientes ejemplos, podemos advertir cómo los idiomas retienen en sus entrañas no solamente unas palabras para deducir órdenes, avisos, información o acciones, sino estructuras de comprensión social que facilitan la interacción y establecen conductos de entendimiento cultural. Detrás de una palabra o una frase hay otras muchas concepciones de psicología social que permitirán que un grupo, comunidad o sociedad vivan y pervivan mejor armonizadas. No se trata solamente de la traducción de unas palabras, sino de entender. Por eso quienes cambian de lengua en casa, en la calle o en el trabajo, no solo cambian de idioma, también cambian de punto de vista, de consciencia y de mentalidad.

IMPERIALISMO LINGÜÏSTICO[5] 

       El imperialismo lingüístico[6] consiste en que la fortaleza de una lengua se asocia a un centro de poder para adquirir supremacía sobre otras. Alrededor de este concepto se forma una ideología que defiende que la expansión y preeminencia de unas lenguas sobre otras se justifica por los valores intrínsecos de esa lengua, por su facilidad de transmisión, de comprensión, por ser mejor que otras o por la facilidad de aprendizaje y no por las circunstancias políticas e históricas que la sustentan. Habitualmente, el centro de poder han sido reinos o gobiernos medievales o predemocráticos que han impuesto su idioma en otras regiones, sometiendo o anulando las aborígenes.[7] Y aunque muchos lingüistas intentan defender y justificar por motivos lingüísticos aspectos que no lo son, la realidad es que cada idioma tiene una razón de ser por sí mismo y posee una capacidad propia de gran desarrollo social, académico e intelectual que lo hace único, siendo filológica y sociológicamente insustituible.
       Que el castellano o el inglés tengan más de 300 millones de hablantes no tiene relación con un valor intrínseco y cualitativamente distintivo de la lengua, sino por avatares de la historia de carácter imperialista. Que el español haya alcanzado una mayor difusión y sea comprendido por millones de personas alrededor del mundo no es debido a que sea mejor o superior a otros idiomas ni guarda relación con aspectos gramaticales u ortográficos más sencillos de entender o de aplicar, sino a imposiciones arbitrarias. De hecho, los más de quinientos verbos irregulares que tiene el castellano, descartaría su concurso como lengua masiva de comunicación global. Y si bien es cierto que sus cinco vocales facilitan en ese solo aspecto su aprendizaje, otras normativas la hacen muy compleja, similar a otras lenguas románicas y europeas.[8] 

       Estos breves aspectos filológicos, lingüísticos y sociológicos del idioma nos ayuda a entender que uno de los rasgos característicos del dominio de una lengua sobre las demás es básicamente por cuestiones de imposición e imperialismo cultural, político y lingüístico. O lo que es lo mismo, un nacionalismo culturalmente invasor que, por medio de la lengua, ejerce una presión a diferentes niveles y formas para que otros la adopten y la sustituyan por la suya, por considerarla mejor, universalmente común y más estandarizada o por disponer de más hablantes.
       Esta obcecación monopolizadora de carácter sociopolítico se ha reproducido innumerables veces a lo largo de la historia. El inglés se extendió imperativamente a través de sus colonias, y así sucedió con el francés y otras lenguas europeas. El castellano o español fue impuesto por la fuerza de las armas, aniquilando implacablemente otras lenguas nativas con cristianas cruzadas conquistadoras. Y en la Edad Media, el idioma catalán también ejerció su inicial expansión con parecidas prácticas, pese a que la posterior historia le deparó ser receptor de distintas dominaciones y absolutismos exteriores. Sin embargo, esta triste realidad opresiva pervive en la actualidad, con nuevas cruzadas imperialistas sin armas, aunque con disposiciones legales que intentan agredir y degradar la riqueza y dignidad de otros idiomas. El nuevo intento político del gobierno de Aragón con la aprobación de la denominación LAPAO (Lengua Aragonesa Propia del Área Oriental) en lugar de su correcta denominación filológica de catalán, es uno más de los muchos imperialismos lingüísticos universales, propio de lenguas dominadoras y mezquinas mentalidades al servicio y dictado de espurios intereses políticos e ideológicos. [9]

        El idioma es un patrimonio de comunicación que va más allá de las palabras. Es la sociología de un pueblo, hasta el punto de armonizar voluntades sociales y establecer estructuras de comprensión únicas e irrepetibles. Detrás de cada palabra o frase se adivina toda una concepción del mundo, porque la lengua es la expresión de un comportamiento colectivo, de una psicología regional o nacional diferente; ni mejor ni peor que otra, tan solo diferente.





[1] También denominado como Francha d’Aragón, Francha Oriental, Franja de Ponent o Franja de Llevant.
[2] En la misma disposición parlamentaria, también se aprobó que el aragonés de denominara LAPAPYP (Lengua Aragonesa Propia de las Áreas Pirenaica y Prepirenaica).
[3] La mayor parte de las lenguas del mundo como inglés, francés, rumano, ruso, búlgaro, portugués, griego, turco y muchas más, se toca madera para prevenirse contra la desgracia. La costumbre de tocar madera para prevenir la mala suerte es muy antigua, tiene miles de años, y muy probablemente se remonta a las creencias religiosas de los celtas, que consideraban que los árboles eran seres sagrados. Tocando el tronco de un árbol pedían su protección. El cristianismo se apropió de esta antigua creencia, sustituyendo el árbol por la cruz de Cristo, que era de madera.
[4] El verbo fer (hacer) es muy característico en muchas de las conjugaciones del catalán, ofreciendo una perspectiva de implicación mutua: V.G.: fem un pensament? (¿hacemos un pensamiento? –de invitar a levantarse y marchar de algún lugar–).
[5] Muy recomendable para la consideración y profundización en la temática de este apartado es el libro del profesor Juan Carlos Moreno Cabrera, ‘Nacionalismo lingüístico’. Juan Carlos Moreno es Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 1993 es catedrático del Departamento de Lingüística, Lenguas Modernas, Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad Autónoma de Madrid.
[6] El epígrafe podría ser ‘nacionalismo lingüístico, pero a ciencia cierta no se puede relacionar –como algunos sociólogos hacen por costumbre– nacionalismo con imposición o extremismo patriótico. Nacionalismo es pertenecer a una nación o entidad cultural y sentir aprecio significativo y diferencial hacia ella, sin ir en contra o menospreciar otras realidades nacionales. Defender los aspectos comunes, culturales y sociales que conforman una nación no es en sí nada desdeñable, indigno o censurable. A pesar de algunas tristes y dolorosas referencias históricas, como el franquismo o el nazismo, con regímenes totalitarios, la utilización per se de la palabra nacionalismo en sentido despectivo y absolutista es un serio despropósito que desvirtúa la acepción y empuja a buscar sustitutivos sinónimos inexistentes.
[7] El estado español tiene un largo currículum de sometimiento y supresión de las lenguas aborígenes del continente americano. Asimismo sucedió con la completa eliminación de los guanches en las islas mayores de las Canarias, aniquilando no solo la lengua, sino todo vestigio de la población autóctona.
[8] Como contrasentido cabe remarcar que, gramaticalmente, el euskera es un idioma más sencillo que el castellano o el catalán. No obstante, por su condición de lengua preindoeuropea, quedó relegada ante las múltiples lenguas románicas que en la Edad Media aparecieron con fuerza.
[9] Comunicado de la Sección Filológica del IEC sobre las nuevas disposiciones legales relativas a las lenguas de Aragón:
«Ante las informaciones sobre el uso, derivado de nuevas disposiciones legales aragonesas, de las siglas lAPAO y LAPAPYP, que corresponden, respectivamente, a los confusos circunloquios de Lengua Aragonesa Propia del Área Oriental y Lengua Aragonesa Propia de las Áreas Pirenaica y Prepirenaica, la Sección Filológica de l’Institut d’Estudis Catalans quiere hacer constar que la entidad de estas lenguas hace tiempo que está establecida por la filología con los nombres de catalán y aragonés, y que en ningún caso se puede considerar que LAPAO y LAPAPYP (o los circunloquios correspondientes) son nombres de ningún idioma, como tampoco lo sería LAOE (Lengua Aragonesa Oficial del Estado). La confusión, deliberada o no, del nombre de las lenguas es contraria al sentido común ya la convención científica, e impropia de la práctica legislativa democrática, sea autonómica, estatal o internacional».

© 2013 Josep Marc Laporta  

Documento en PDF:  http://www.adsomaster.com/Lingüicidio-por-ley.pdf.

Licencia de Creative Commons

4 comentarios:

  1. Alfons04:06

    Ya era hora que trataras un tema relacionado con el catalán!!!!! Muy interesanteeee.

    ResponderEliminar
  2. Benet Saperes20:12

    Això ha estat una declaració dintencions lingüístiques en tota regla. Les llengues son per entendre'ns, però moltes vegades ens volen fer incomprensibles amb aquestes bajenades ideológiques. Tant se val! El món ha de ser de tots i de cada poble que vulgui viure en llibertat, respectant la historia i el que aquesta ha fet en el pobles.

    ResponderEliminar
  3. Anónimo14:54

    Estoy convencida de que la ignorancia crea hijos. La gran idea del gobierno aragonés es la misma que la de los blaveros en Valencia y del PP en Mallorca. Crean una nueva forma de denominar la lengua para dividirla. Cada forma de hablar de cada lugar hay que respetarla, pero de eso a cambiar radicalmente el nmbre es para fusilarlos por ignorantes.

    ResponderEliminar
  4. Roger07:54

    Aquest és un tema punyent. Estem amb un estat espanyol que utilitza la llengua com francotirador per destruir el país. Ho tenen tan clar que només ens queda acceptar-ho i fugir quan més aviat possible.

    ResponderEliminar