jml

· Cristianismo pop


© 2016 Josep Marc Laporta

1-        El pop, el mundo y la moralidad cristiana
2-      Jesus People o el Movimiento de Jesús
3-      La multifacética revolución del pop
4-     La poderosa industria discográfica cristiana
5-      El espejismo de la contextualización
6-      Cristiandad pop

 

 1- El pop, el mundo y la moralidad cristiana


Cuando a mediados de los años 50 y principios de los 60 del siglo pasado las tradicionalistas iglesias protestantes norteamericanas vieron el imparable surgimiento de la cultura pop[1] y los movimientos juveniles de liberación social, muchas de ellas, amparadas en una vertebrada identidad litúrgica y eclesial, se atrincheraron utilizando el recurso de la moralidad para definir lo que a los ojos de Dios era bueno o no. Moralizar, es decir, imponer a otros un estricto criterio desde convenciones dogmáticas y reduccionistas previamente establecidas, fue la instintiva estrategia de muchos pastores y responsables de iglesias. Así se intentó frenar la mezcolanza con una emergente cultura pop que mimetizaba la iglesia con el ‘mundo’ y, consecuentemente, dejaba que el llamado ‘mundo’ se adentrara en la iglesia.[2]

Sin embargo toda aquella generación de jóvenes que estaba en la iglesia y que eran reprendidos y aleccionados con frases como «lo que sucede ahí afuera no es para ti, porque los cristianos ni fuman ni bailan ni van al cine ni hacen fiestas…» no quedó detenida en el tiempo sino que se inmiscuyó de una forma u otra con la cultura que le tocaba vivir. De las iglesias surgieron cantantes que interpretaban artísticamente su fe de acuerdo a los movimientos juveniles de la época. La cultura pop que a través de los medios de comunicación y la vida social impregnaba los adolescentes y los jóvenes pronto se mimetizó con el Evangelio, produciendo a corto y largo plazo una nueva expresión cultual y religiosa.

El llamado rey del rock, Elvis Presley, o Jerry Lee Lewis su alternativa más popular fueron algunos de aquellos jóvenes que adoptaron la cultura pop en sus congregaciones, pero que salieron de sus iglesias para empezar una carrera en solitario, con todas las implicaciones artísticas y sociales que ello conllevaba. Jerry Lee Lewis, junto a su primo Jimmy Swaggart uno de los primeros y más populares teleevangelistas evangélicos fueron pioneros en sus propias congregaciones al fusionar la dual revolución pop-rock con la fe, optando en el caso de Lee Lewis y Elvis Presley por instalarse fuera.

La sorpresa para muchos pastores fue que no solo desde dentro de sus iglesias surgieron individuos que tomaron el lenguaje de aquel llamado ‘mundo’, revolucionando estructuras, música y comportamientos, sino que desde la propia revolución pop y por la acción del Espíritu Santo muchos jóvenes se acercaron a Dios, creando una corriente socioespiritual denominada Jesus people o Movimiento de Jesús.


2- Jesus People o el Movimiento de Jesús


El Movimiento de Jesús fue una corriente en el cristianismo evangélico a partir de la costa oeste de los Estados Unidos a finales de 1960 y principios de 1970, extendiéndose principalmente en Norteamérica, Europa, y América Central, antes de remitir a finales de la década de los 80. El término, acuñado por Duane Pederson en sus escritos del Hollywood Free Paper, resumía la fuerza de un movimiento de ascendencia estética hippy y pop que con guitarra a cuestas postulaba por una vuelta al cristianismo primitivo y a formas de vida simples y ascéticas. Creían en milagros, señales, curaciones y en las poderosas manifestaciones del Espíritu Santo, todo ello envuelto en una novedosa y popular música de tendencia pop y rock. Una de las peculiaridades de los Jesus people también era la vida en comunas, modelo que  llegaría a otros países, tanto anglosajones como hispanos.

Aunque el Movimiento de Jesús no duró mucho más allá de una década, la influencia en el cristianismo evangélico ha traspasado los tiempos y a lo largo de la postmodernidad se ha manifestado muy trascendente. Miles de conversos del Jesus people pasaron a posiciones de liderazgo en iglesias y organizaciones paraeclesiales. La informalidad de la música y una adoración más expresiva y emotiva afectó a casi todas las comunidades evangélicas. Algunas de las iglesias de más rápido crecimiento en Estados Unidos fueron de denominaciones surgidas del movimiento Jesus People, gestadas hacia el último tercio del siglo XX, como la Calvary Chapel, Hope Chapel Churches o la Vineyard Churches, al igual que organizaciones paraeclesiales como Jews for Jesus o Christian World Liberation Front (CWLF) y gran parte de la contemporánea y poderosa industria de música cristiana.

Una de las influencias más significativas y duraderas ha sido la música cristiana, de matriz pop y sonido pop-rock, con comportamiento de subcultura juvenil. La larga historia de esta música conectada al Movimiento de Jesús comenzó cuando músicos de calle en la década de 1960 y principios de los 70 se convirtieron al cristianismo. Ellos siguieron interpretando el mismo estilo que habían realizado anteriormente, pero comenzaron a escribir letras con mensaje cristiano. A partir de aquel movimiento muchos cantantes y grupos de música crecieron y se desarrollaron como artistas cristianos, y algunos se convirtieron en referentes musicales en las iglesias, tanto de dentro como de fuera de Jesus People, como por ejemplo Barry McGuire, Second Chapter of Acts, Servant, Petra, Resurrection Band, Phil Keaggy, Randy Stonehill, Randy Matthews, Andraé Crouch, Keith Green o Larry Norman.

La influencia de estos músicos en la psicología social evangélica fue determinante, con la reproducción de novedosos modelos y estilos musicales, dando lugar a una nueva expresión artística y espiritual que poco a poco hasta las iglesias más tradicionales adoptarían progresivamente. Los cultos fueron transformando sus inmovilizadas liturgias con la incorporación de nuevos formatos de expresión comunitaria y reunión. La música que entonaban iba en consonancia con la que siempre habían interpretado aquellos cantantes: canciones de formato pop de rápido consumo, que la creciente industria musical cristiana acapararía mediante una gran mercadotecnia que alcanzaría la juventud cristiana norteamericana y de otros países occidentales.


3- La multifacética revolución del pop


La revolución del pop de los años 60 significó un radical cambio de estructura social en el imaginario de la juventud. Su inicial incidencia en las clases más populares y menos educadas rápidamente alcanzó las más acomodadas, cuando jóvenes más preparados adoptaron conductas sociales más liberadas. La rebeldía, como instintiva forma de vida, dio una cierta pátina de libertad y progreso que rápidamente sería adoptada por muchos jóvenes cristianos, adaptando actitudes estéticamente más liberalizadas, sin el clasicista corsé que presidía sus congregaciones.

Las innumerables referencias de cultura pop que surgían entre la juventud en general, en realidad fueron aspiraciones de emancipación de las antiguas estructuras sociales y estatales que, a su juicio, habían causado las grandes confrontaciones bélicas mundiales y la consecuente desestabilización política este-oeste. La paz, el amor y la libertad fueron parte de un ideario común que en la música dispondrían de sonoros representantes. The Beatles o The Rolling Stones, junto a miles de sucedáneos grupos, simbolizaron la liberación de las anquilosadas estructuras mediante pegadizas canciones de fácil aprendizaje a las que los jóvenes de medio mundo, y también de iglesias españolas, replicarían con sendas versiones.

Fue a mediados de los años 70 cuando llegó a España Juventud con una Misión, un movimiento interdenominacional que tanto en la práctica como especialmente en lo simbólico tendría una substancial aportación en el cambio de paradigma socioespiritual de los jóvenes cristianos de la época. Fundada en 1956 cuando un estudiante universitario estadounidense de 20 años de edad, Loren Cunningham, pasaba un tiempo en oración mientras estaba de gira con un grupo de cantantes en las Bahamas, Juventud con una Misión reunía en su haber varias de las marcas que caracterizaba a la Jesus People norteamericana, como la misión urbana y mundial hacia los jóvenes, la vida en comunidad, una renovación en el Espíritu Santo o la música pop cristiana. En España, su acción evangelística y expresión artística influyó positivamente en algunos músicos y cantantes de las tradicionalistas iglesias.

Inspirados en los nuevos aires de la cultura pop cristiana que llegaban de Europa y Norte América, algunos de ellos, como Toni Cazorla, Vicente Forner, David Otero, Miguel Rosell, Andreu Melendo, Alex Blanco, Guillermo Contreras, Josep Meseguer o Miguel Frattarola, pronto formarían grupos y adaptarían canciones de formaciones extranjeras como Nash, The Internationals o Naisance, vinculadas a la corriente continental de Jesus People, creando paralelamente las primeras composiciones autóctonas. Incluso algunos de ellos saldrían de sus conservadoras iglesias para alistarse a agrupaciones cristianas interdenominacionales a fin de vivir un evangelio más comprometido e implicado en el testimonio, componiendo también canciones más descriptivas de la experiencia cristiana, en primera persona.

Al cada vez más creciente impacto del pop cristiano, como marca de expresión común, se sumaron los festivales y concentraciones musicales de pop-rock, como Greenbelt en el Reino Unido o Flevo en los Países Bajos y los encuentros de testimonio en los llamados Coffee Bar en muchas ciudades europeas. Tanto los grandes festivales que anualmente arrastraban a miles de jóvenes cristianos, como los Coffee Bar, fueron centros de experimentación y producción musical y literaria de los nuevos cantantes y grupos musicales cristianos. En consecuencia, rápidamente se extendió por todo el continente una nueva manera de hacer música de testimonio y, por ende, de alabanza, con una cierta estética de reminiscencia hippy y sonido pop-rock, propiciando la composición y la expresión de vivencias espirituales gestadas en la propia experiencia con Dios.


4- La poderosa industria discográfica cristiana


Mientras tanto, en Estados Unidos el declive del Movimiento de Jesús dejaba como herencia una gran industria discográfica amparada en producciones surgidas de la Jesus People, como Second Chapter of Acts, Petra, Resurrection Band, Phil Keaggy, Andraé Crouch, Keith Green o Larry Norman, entre otros. A esta mercadotecnia, liderada por Word y Sparrow, se añadieron otros sellos, grupos y cantantes cristianos que no eran parte o no pertenecían estrictamente al movimiento Jesus People, como Amy Grant, Rich Mullins, Karen Lafferty, Steve Camp, The Archers, The Imperials o Russ Taff. Sin embargo, el más popular sello de música de alabanza de los años 80, Marantha Music!, nacido dentro del ministerio local de Calvary Chapel en Costa Mesa, California, fue uno de los frutos más directos y tangibles del ministerio del Movimiento de Jesús. En realidad,  Calvary Chapel fue una de las denominaciones que brotó en los años de aquella revolución juvenil y que consecuentemente dio paso a una potente industria discográfica de nueva y espiritual música de alabanza, estéticamente inofensiva para la mayoría de las iglesias tradicionales occidentales por su delicada salmodia y exquisitez musical.

Las secuelas y las múltiples derivaciones de la Jesus People en España dio lugar a un cambio sustancial en la eclesiología juvenil. Mientras llegaban las primeras grabaciones extranjeras de música cristiana pop, se empezaron a multiplicar los grupos musicales, quienes animados por un cristianismo de desafío sociocultural salían de sus iglesias con rudimentarios equipos de sonido, baterías y guitarras, con una evocativa estética hippie y con canciones compuestas en primera persona e interpretadas en estilo pop-rock. La oleada pop alcanzó a todas las congregaciones, incluso las más reticentes, que vieron cómo sus jóvenes participaban en masivas concentraciones juveniles interdenominacionales sin poder moralizarlos ni retenerlos.

Aquel movimiento de vida cristiana, testimonialmente más implicado y corporativo, estampado en la marca pop y de un característico acento evangelístico urbano se mantuvo en el tiempo y se adaptó a nuevas épocas gracias a una segunda oleada, la de la música de alabanza y adoración, también de estética y sonido pop. La música evangelística o de testimonio de concierto, en primera persona y de experiencias propias, mutó mediante la influencia teológica pentecostal y la resuelta participación de la industria discográfica norteamericana hacia una nueva experiencia adoracional de consumo eclesial interno, también en primera persona y de experiencias propias. Fueron vasos comunicantes.

Hosanna Music!, el sello por excelencia de la música adoracional de los años 90 y principios del siglo XXI, emergió desde la sensibilidad de las Assemblies of God con la producción de excelentes sesiones de alabanza en vivo lideradas por cantantes como Randy Rothwell, Don Moen, Billy Funk, Ron Kenoly, Darlene Zschech, Martin Nystrom, Paul Wilbur o Lenny Leblanc, entre otros. El esmerado sonido en directo, la participación de fieles cantando, clamando o aplaudiendo y los novedosos cantos dieron a aquellas producciones una pátina de espontaneidad y veracidad espiritual que pronto se reproduciría en muchas iglesias del planeta. Pero Hosanna Music! y también Sparrow no confinaron su misión exclusivamente al mercado norteamericano sino que también editaron sesiones de alabanza y adoración en castellano por emergentes cantantes latinos como Marcos Witt, Juan Carlos Alvarado, Miguel Cassina, Marco Barrientos o Danilo Montero, quienes a su vez crearon sus propias editoras discográficas hispanas, como CanZion Producciones, Bálsamo Producciones o Pulso Records.

Paralelamente, gracias al rápido crecimiento de Hillsong Church en Australia en los años 90 (iglesia de las Assemblies of God), la pastora del Equipo de Alabanza y Adoración, Darlene Zschech, impulsó y promovió las propias producciones musicales Hillsong Worship y también con otras compañías discográficas. Entre los últimos años del pasado siglo y las dos primeras décadas del XXI, la música producida por Hillsong impactó a las iglesias cristianas de todo el mundo con excelentes producciones de alabanza y adoración, con salmodias más cristocéntricas, un impecable sonido y una música pop-rock progresiva muy del gusto joven y adolescente. Así como las Hillsong Conferences fueron fundamentales para el crecimiento numérico de la Iglesia, Hillsong Worship[3] lo fue para su crecimiento mediático y financiero, lanzando una media de un álbum por año, en diferentes idiomas y producidos por distintas compañías discográficas, acaparando un mercado de jóvenes cristianos ansiosos de recibir nueva música en su lenguaje.


5- El espejismo de la contextualización


La irrupción de la cultura pop cristiana provocó una rápida y simulada contextualización del cristianismo evangélico. A diferencia del catolicismo, más reaccionario a los cambios, el evangelicalismo aparentó una progresiva contextualización con la sociedad y los tiempos. Sin embargo, el proceso fue una asimilación litúrgica interna, un producto de consumo propio. Asistida por el pentecostalismo, la cultura pop se instaló dentro de las iglesias diversificada en múltiples y novedosas formas cúlticas, todas ellas presididas por la llamada música de ‘alabanza y adoración’. En realidad, todas las actividades litúrgicas se alinearon en sintonía al modelo pop, con cantos reiterativos y extravertidos, plegarias impostadas, predicaciones fragmentadas con formas expositivas propagandísticas y, por lo general, gesticulaciones muy apasionadas, a veces incluso fanatizadas.

La influencia de la espiritualidad pentecostal en el protestantismo por un lado fue muy positiva y fructífera, pero por otro definió ciertos comportamientos estéticos y conductas muy acomodadas en la cultura pop. Algunos de los destacados vectores teológicos pentecostales, como los dones espirituales, el bautismo en el Espíritu Santo, la xenoglosia o las manifestaciones del Espíritu viabilizaron un cristianismo de vasta y densa liturgia de consumo interno, que en la mayoría de casos provocaría una actividad eclesial muy satisfecha y autocomplaciente. Un modelo pop de espiritualidad consumista se fue instaurando en muchas congregaciones con la participación de la omnipotente industria discográfica y literaria cristiana que continuamente proporcionaba cantos, compositores, líderes de alabanza, salmistas y toda una serie de productos y eventos cristianos de consumo doméstico para las congregaciones que, asimismo, complacientes las adaptaban a sus realidades sociales y eclesiales.


Uno de los grandes atractivos de la cultura pop es su influencia sobre las masas, lo que hace que sea popular y evoque a seducción en la población de gustos no tan desarrollados;[4] es decir, que no aprecian una cultura más refinada o que no dispongan de criterio para no dejarse llevar por cualquier viento de moda o doctrina. Otra de las características de la cultura pop es la facilidad de ser exhibida y transportada en una gran variedad de formas: televisión, moda, películas, radio, vídeo juegos, etc. Ello la hace, también, atractiva por el hecho de ser popular y por ser fácil de encontrar y diferenciar. En la misma línea de pensamiento, el cristianismo pop ha bebido de los grandes medios mediáticos, discográficos y literarios que constantemente suministran todo tipo de productos que a veces se adentran más en el concepto de la cultura del entretenimiento religioso que en la edificación cristiana. Proveer entretenimiento enriquece la diversión a corto plazo, por lo tanto, una y otra vez la vuelve atractiva y aceptada sin prácticamente defensas.

La propia naturaleza de la cultura pop la hace sumamente inestable y posee una calidad efímera, comparada con la cultura más cuidada o elaborada, por lo que la primera se viste de insustancialidad, siendo muchas veces superficial, aunque muy relacionada. Es así como las interconexiones que proporciona la cultura popular facilita un consumismo masivo y generalizado.[5] Si una película de éxito genera toda una serie de material afín como pósters, encartados, juegos, cómics, figuras, modas, etc. y mucho material comercial con la finalidad de apoyar la película, generar más ingresos y crear más impacto comercial y social, es consecuente presagiar que la industria cristiana de los mass media es un ente empresarial y comercial que implícitamente supervisa e interviene en la vida de las iglesias.[6] Las televisiones cristianas, las discográficas o las editoriales, dando por supuesto que son dignas portadoras del testimonio bíblico y evangélico, también son generadoras y benefactoras de una subcultura pop cristiana autocomplaciente y de gran autoconsumo.

La contextualización del cristianismo evangélico con la sociedad es, en realidad, un espejismo sociológico. Es la adopción de la cultura pop a ciertas prácticas en las iglesias postmodernas sin que ello quiera decir per sé que se esté encarnando implícita e implicadamente la auténtica misión evangélica en medio de su sociedad. Sin pretenderlo ni desearlo, la gran producción discográfica, literaria y televisiva cristiana de cultura pop se ha convertido en una presencia social engañosa que abastece y fortalece un cristianismo subrogado, atiborrado de actividades interdenominacionales, conferencias, encuentros de avivamiento, reuniones de estudio y análisis misionológico, predicaciones de gran escenario y atractivos eventos de consumo interno repletos de inefables experiencias litúrgicas, pero posiblemente sin la imprescindible e implicada mezcla que ensambla la Gracia de Dios con un mundo que sigue necesitando una Cruz encarnada.


6- Cristiandad pop


La cultura cristiana pop, a semejanza de la cultura y el arte pop, tiende a explicar el presente desde el contraste geométrico, cromático, descriptivo y el impacto visual. Es su idioma artístico. Una alta expresividad y una fuerte visualización del mensaje a enunciar es el espacio simbólico donde la cultura pop se articula en toda su intensidad. Es por ello que en su traslación socioreligiosa al cristianismo, muchos cultos evangélicos actuales tienden a ser muy elocuentes y explícitos en la puesta en escena, tanto en lo musical, artístico o en la dramatización. La postmoderna escenografía evangélica irradia una beatífica influencia, colmada de una ostentosa ornamentación espiritual, albergando así una adoración de gran lenguaje dramático.  A diferencia de las vetustas liturgias católico-romanas en las que el oficiante era un parsimonioso y meticuloso actor sacerdotal abstraído en su religiosidad entre fieles, grandes iconografías y arquitecturas catedralicias, las postmodernas liturgias evangélicas tienden a la sobrerrepresentación coral de experiencias, manifestaciones y emociones.

La informalidad, dentro de un orden más o menos establecido, también es parte imprescindible de la expresión pop, por lo que no es de extrañar que los cultos cristianos aparentemente sean experiencias de adoración liberadas de limitaciones y restricciones litúrgicas. Aunque al querer huir de corsés establecidos, sin pretenderlo también sucumbe ante la pesada carga de otro tipo de liturgia: las múltiples y, a veces, vanas repeticiones de cantos y/o estrofas, las reiterativas y recurrentes frases y arengas, y un modelo y orden de reunión interactivo, pero también repetitivo, en el que los cantos son prácticamente el principal móvil de evocación espiritual. Es un modelo de liturgia sobrerrepresentada y muy mediatizada por simbolismos expansivos y demostrativos.

Otra de las características de la cultura pop es la aleatoria mezcla de componentes formales, creativos o contingentes que convenientemente escogidos y reunidos configurarán una nueva expresión artística. El modelo pop tiende a tomar lo mejor o lo más interesante y útil de distintos ámbitos para configurar una nueva expresión creativa. Es la cuidada combinación de elementos discursivos en favor de una finalista expresión, a su vez atomizada. En versión cristiana es habitual que muchos cultos evangélicos postmodernos estén salpicados de los mejores ingredientes, ya sean musicales, narrativos, argumentales, visuales o cenestésicos, sin mucha más profundización que la espontánea exposición en superficiales entregas. La cultura pop, por su raíz popular de masiva superficialidad, no profundiza en nada pero lo cubre todo.


Tanto el continente como el contenido de los cultos evangélicos tienen en la cultura pop referencias comunes. En cuanto al continente, la música pop es el marco desde donde se diseña y estructura toda la liturgia, vehiculándose en unas formas y preferencias rituales denominadas comúnmente ‘alabanza y adoración’, surgidas del pentecostalismo, de la Jesus People y de la influyente industria discográfica cristiana. En cuanto al contenido, los modelos que prevalecen son a imagen y semejanza de la transmisión de la cultura pop: pegadizas, repetitivas y efímeras composiciones de, muy a menudo, fugaz consistencia literaria, exigua densidad teológica y, bíblicamente, parciales y arbitrarias.

En la actualidad, la gran atracción estética y argumental del cristianismo evangélico es la música. Perfectamente mimetizado en el binomio ‘alabanza y adoración’, no hay evento o culto cristiano que no se prodigue en una gran exhuberancia de cantos contemporáneos de un marcado estilo pop. Si bien durante gran parte de la historia cristiana los himnos fueron parte importante de las celebraciones cúlticas y de la transmisión del Evangelio, a día de hoy la música ha conquistado un absoluto poder al acaparar gran parte del tiempo consciente y de atención, además de presentarse con los mayores y mejores recursos técnicos y escenográficos.

La dramatización, como forma de expresión sociocultural postmoderna, ya no es patrimonio exclusivo de los oficiantes, como antaño, sino de todos los fieles y asistentes que participan corporativamente en una gran escenografía que a menudo se mueve descontrolada, agitada por la autosugestión de la propia masa. Esta unificada y acompasada manifestación espiritual, a veces impostada y de expresión excitada, de facto ha suplantado el espacio de la atención receptiva, reflexiva y escudriñadora. El silencio, como espacio espiritual de oración atenta, es un bien escaso, además de ser, cuando existe, un silencio mediatizado o intervenido.

Por su parte, la industria de la música cristiana ha participado definitivamente en este modelo de cristiandad pop que nos preside al ofrecer colmadamente toda una serie de cantantes y grupos para satisfacer el sentido espiritual de los fieles en las iglesias y sus círculos denominacionales. Aquellos antiguos grupos y cantantes de pop cristianos que grababan discos narrando experiencias espirituales en primera persona, han sido sustituidos por obra y gracia de la industria discográfica por líderes de alabanza o salmistas de la ‘adoración total’, creando así un complejo y enmarañado submundo evangélico dentro del cual cualquier cristiano puede abastecerse de todos los beneficios y bondades evangélicas, sean musicales, mediáticas o literarias, sin tener que estar muy en contacto o mezclarse excesivamente con la realidad del ‘mundo’ exterior. De hecho, la cristiandad pop se ha convertido en una gran subcultura del entretenimiento, provista de todos los recursos necesarios para no ser afectada excesivamente por la influencia del nocivo ‘mundo’ que le rodea.[7] El resultado de todo ello es una iglesia satisfecha y engrosada, que disfruta de su confortable reducto, saliendo gozosa y animosamente fuera de sus modernos y tecnificados templos de manera metódica y sistemática para llevar puntualmente su receta de solidaridad y salvación a los perdidos.

Lo cierto es que en diversas ocasiones la cristiandad pop prácticamente ha llegado a ser un auténtico espejismo del cristianismo bíblico, porque mientras colmadamente se satisface de excelentes producciones musicales y literarias de gran autoconsumo,[8] en buena parte abandona la razón primordial a la que fue llamada para ser iglesia: mezclarse indiscriminadamente con sus semejantes para «anunciar las virtudes del que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1ª Pedro 2:9).

La cristiandad monopolizadora e impositiva de siglos anteriores, que supervisaba, convertía y controlaba personas, gentes, estados, pueblos y naciones mediante una religiosidad nacional y cultural, en la actualidad ha transformado su perfil y semblanza por otra cristiandad: la subcultura cristiana pop con pretensiones de ser contracultura. Sin embargo, ser sal y luz implica estar en medio de lo insípido y de la oscuridad, sea en la cultura que sea y en las condiciones sociales que sean. La muy bíblica predilección contemporánea de construir un estructural modelo paralelo de sociedad la iglesia para que el ‘mundo’ pueda ver en ella muy nítidamente la luz de Dios, fácilmente puede conducir a la autocomplacencia, a una engreída subcultura y a tejer hermosas enramadas socioespirituales[9] que implícitamente nos aíslan de la auténtica realidad de un mundo sufriente. La cristiandad pop en la que estamos sumidos es el perfil autocomplaciente y subcultural de una iglesia hartamente satisfecha y engrosada de sal y luz, mientras afuera un mundo entero aguarda la llegada de pequeños Cristos que día a día,  hora a hora y minuto a minuto quieran mezclarse con los que también sufren la fatídica marca del pecado, para salar y alumbrar en cada realidad con la buena nueva del Evangelio. Definitivamente mezclados.

 

© 2016 Josep Marc Laporta


Licencia de Creative Commons




    [1] En 1958 fue utilizado por primera vez el término pop para referirse a este tipo de arte. Marco Livingstone (1991)  Pop Art: An International perspective. Great Britain: George Weindenfeld  & Nicolson Ltd., p. 16
     [2] El mundo. Expresión tradicionalmente utilizada dentro de las iglesias evangélicas para describir peyorativamente la vida social y cultural fuera de las estructuras y seguridades eclesiales. Sin embargo, la Biblia alude al mundo, aunque no exactamente como un globalizado ente del cual nos hemos de proteger sino, exactamente, el amor al mundo y a las cosas que hay en él. Es decir, al amor hacia, no el mismo mundo: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo» (1ª Juan 2:15-16).
     [3] El grupo se formó en 1983 en Sidney, Australia, en la iglesia Hillsong, aunque su irrupción discográfica no llegaría hasta 1988 y 1990 con sus dos primeras producciones. Inicialmente se llamaron Hillsong Live, pasando en el 2014 a Hillsong Worship.
     [4] Según Thomas M. Moore, en Redeeming Pop Culture: A kingdom Approach. (2003) Phillipsburg Presbyterian &
Reformed, p. 95
     [5] La cultura pop unida al capitalismo ha proporcionado la cultura del consumismo. Una industria cultural popular incluye el entretenimiento masivo como una forma de expresión y realización. La cultura del entretenimiento se caracteriza por un marcado hibridismo y variados sincretismos.
     [6] Por definición, el arte pop se alimenta y retroalimenta de su estructura comercial.
     [7] Se puede considerar la cultura pop como la cultura del entretenimiento en la globalización, como una herramienta de expansión de la globalización. En un mundo cada vez más interconectado, la cultura pop es el vínculo que acaba por definir pensamientos e ideologías.
     [8] Así como las compañías y empresas del entretenimiento compiten por ofrecer al mundo un nuevo producto que satisfaga sus necesidades, la industria de la subcultura cristiana pop compite para ofrecer a los fieles una nueva música o un nuevo libro que satisfaga las necesidades espirituales, creándolas o sometiéndolos a una nueva ansiedad psicoespiritual.
     [9] «Pedro dijo: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí, si quieres hagamos tres enramadas» (Mateo 17:4)

4 comentarios:

  1. Mario Rodríguez09:10

    Siempre pensé que estamos acachados en una locura de cristianismo y esto me da la razón. Estamos tan hinchados que no vemos la realidad. Dios le bendiga.

    ResponderEliminar
  2. James W.10:34

    No había pensado en lo de cristianismmo pop, pero tiene todo el sentido. Me quedan algunas dudas. Una. ¿influyó más el pentecostalismo o la cultura pop¿ Dos. ¿es reversible teniendo en cuenta que la cultura que vivimos es también pop¿ Tres. ¿segun parece y dice, somos una cristiandad subcultural¿

    ResponderEliminar
  3. Mark Buck11:03

    Gracias por tu trabajo querido Josep Marc. El análisis es excelente tanto por el planteamiento como por el sucesion de conceptos y desarrollo.

    ResponderEliminar
  4. Me siento contenta porque he tenido éstos últimos días más acercamiento a Dios, he podido orar más seguido y aprender de la vida. Bendiciones para todos amigos.

    ResponderEliminar