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· Psicología del iluminado religioso



© 2015 Josep Marc Laporta

Toda experiencia espiritual es una experiencia psicológica. Esta afirmación, que en primera lectura podría parecer osada, es el ineludible punto de partida para comprender que la espiritualidad humana existe porque precisamente hay un soporte psicológico que la cobija. Si no hubiera una mente capaz de abarcar la profundidad de las emociones, las sensaciones o los sentimientos, no existiría espiritualidad. Es en la psique donde se conciben, forman y moldean todas las insinuaciones, imaginaciones y realidades.
Estamos ante un ente espiritual, a veces muy intangible para el análisis científico, pero muy real en la expresión personal, que incluye aspectos morales, sociales o culturales. En sí, la espiritualidad es el resumen psicológico de nuestras creencias, valores, virtudes, deseos éticos o certidumbres de toda índole, desde lo más terrenal hasta lo más trascendente. Es por ello que la forma de comunicar y percibir la espiritualidad es a través de elementos de comprensión y decodificación humana. La música, la alegría, la tristeza, la risa, el arte, lo bello, lo evocador, la devoción, la religiosidad, el amor, el fervor, la confianza, la amistad, la delectación o la sensibilidad son interpretaciones del intelecto que dan contenido a aquello que no se puede expresar de otra manera. Consecuentemente, la mente, con sus representaciones psicológicas o psicoesquemáticas, puede tomar el control de la espiritualidad hasta el punto de dar rienda suelta a sus evocaciones, generando nuevos y dispares estados de conciencia.

EL TEMPERAMENTO Y SUS INFLUENCIAS – Parafraseando a Ortega y Gasset[1] podemos afirmar que «la espiritualidad es yo y mis circunstancias»[2]. El concepto que nos concierne y que muchas veces pretende pasar desapercibido es que la espiritualidad es un ente tan elevado y supremo que no puede ser considerada ni calificada en parámetros psicológicos. Sin embargo, como sugiere la ilustración de Ortega y Gasset, la espiritualidad es, realmente, un asunto de cómo somos y cómo actuamos en medio de las circunstancias, tanto terrenas como trascendentes. Por tanto, la espiritualidad tiene que ver prioritariamente con nuestro análisis psíquico respecto a las realidades humanas y cómo ordenamos las prioridades que nos atañen y rodean.
El temperamento es la dimensión más constitutiva o genética del carácter. Un texto especializado del glosario de Freedman y Kaplan[3] define el temperamento como «la predisposición intrínseca, constitucional a reaccionar de determinada manera ante diferentes estímulos». Entre las tipologías del temperamento, la del psiquiatra suizo Karl Gustav Jung[4] aporta un esquema enriquecedor sobre la mente humana, muy útil para el análisis que nos ocupa. Jung divide las personas en dos grupos principales: aquellos cuya actitud general, interés y energía están dirigidos hacia fuera, los extrovertidos; y el grupo cuyas actitudes generales están especialmente dirigidas hacia dentro, los introvertidos. Estas actitudes no dependen explícitamente de las influencias sociales o de la educación sino más bien de formas espontáneas y automáticas de reacción. Pero Jung también clasifica el temperamento según la función psíquica predominante, como un modo de adaptarse al mundo exterior y a sí mismo en cuatro aspectos principales: el pensamiento, el sentimiento, la sensación y la intuición.
Cada ser humano posee una de las cuatro tendencias temperamentales, aunque en distintos grados de evolución y manifestación. Por lo general, una de ellas está más desarrollada que las otras: la función principal, reaccionando con mayor espontaneidad. La segunda sirve de función auxiliar; mientras que la tercera y la cuarta tienen bastante menos incidencia. Según Jung, gran parte de los trastornos psíquicos provienen del desequilibrio entre estas cuatro funciones, en la medida que una de ellas se desarrolla exageradamente en detrimento de las otras.

PENSAMIENTO, SENTIMIENTO, SENSACIÓN E INTUICIÓN – La personalidad se manifiesta desde la extroversión y la introversión en estas cuatro tendencias del temperamento: pensamiento, sentimiento, sensación e intuición.
El tipo pensamiento suele ser más racional, busca la lógica y lo objetivo sobre lo subjetivo. Los principios acostumbran a estar por encima de las emociones, mientras que el sentimiento es la parcela menos desarrollada. Es amante de los libros y la lectura, disfrutando plenamente del mundo de las ideas. Clasifica, analiza y discurre los temas que le preocupan, contrariamente a la atención que da a las cuestiones que atañen a los sentimientos y las emociones espontáneas. Todo ello le puede convertir en una persona poco sensible, causándole algunos problemas en sus relaciones personales. Para él la espiritualidad es un proceso más pensante que emocional. Se acerca a la divinidad con mentalidad racional y es muy posible que no alcance una gran profundidad de relación, dada su mente analítica, lo que le podría alejar de la fe o al menos de una fe vívida y sentida en primera persona.
El tipo sentimiento se aproxima a la realidad desde la conjetura emocional. Su pregunta típica es ¿amo o no amo?, ¿me gusta o no me gusta? La preocupación por lo cierto o no cierto, por la definición o por la realidad contrastada queda supeditada a la emoción. Es propio de artistas, poetas, músicos o de seres muy abiertos al descubrimiento del ser humano en su esplendidez integral. Parece ser y mostrarse más espiritual, con una capacidad de relación afectiva, íntima y cálida. Para ellos, la espiritualidad es una emoción que hay que compartir y vivir en plenitud. Se acercan más al subjetivismo que a la objetividad, por lo que tienden a resumir su experiencia religiosa en ‘¿siento a Dios cerca o lo siento lejos?’, ‘si lo noto lejos, mi fe no funciona’ o ‘si no me siento bien con Dios, me siento culpable’. El análisis del tipo sentimiento sitúa la espiritualidad como una actitud más que un acto, como un asunto integral del ser humano más que una deducción racional; al contrario del tipo pensamiento.
El tipo intuición ve más allá de las posibilidades de una persona y aprecia cosas y situaciones que van más lejos de lo aparentemente visible. Ve lo que hay detrás, lo que se esconde, prevé posibilidades y se anticipa. Dicho de un modo escueto y claro: es un visionario. También es bastante innovador, pionero, emprendedor, orientándose hacia el futuro. En lo espiritual, el tipo intuición parece el más dotado para percibir lo religioso. En realidad se le podría definir como el religioso por naturaleza, ya que posee una capacidad innata para las cosas espirituales. De su natural subjetividad le atrae lo eterno, lo trascendental, por lo que muchas veces se le encuentra metido en una constante búsqueda de lo trascendente que le lleva a probar o experimentar distintas religiones o, en un espectro más reducido, distintas espiritualidades y formas de culto dentro de una misma confesión. Acostumbra a ser abstracto, idealista, imaginativo y subjetivo, lo que le puede proveer de facultades místicas, extáticas y contemplativas. En el caso de ser introvertido tiene tendencia a la iluminación, o dicho en otros términos menos concluyentes, a las uniones místicas e inspiraciones de carácter simbólico.
El tipo sensación es percepción pura. Su función psíquica lo sitúa en el grupo de los que todo lo perciben: las formas, los colores, los detalles o las particularidades. Son espontáneos, transparentes y sinceros, llegando en ocasiones a la ingenuidad. Por su gran dependencia al ambiente sufren altibajos con frecuencia. Aunque simulan ser de carácter firme, se muestran cambiantes e inestables, especialmente cuando les sobreviene alguna contrariedad, pero son capaces de superarla pese a que sus bruscos cambios de humor pudieran llevarle a un descontrol. Sin embargo, son hábiles en superar enfados y encontrar lo positivo en medio de la adversidad. En referencia a lo espiritual, tienden a acercarse a la divinidad con alma de niño, espontáneamente, pero con falta de aplicación y mínimo rigor dada su mente hiperactiva y acelerada, y su espíritu directo e ingenuo.[5]

FONDO PSÍQUICO DEL ILUMINADO RELIGIOSO – Pese a que no existe un prototipo definitivo de iluminado religioso, el tipo intuición, como función principal, y sentimiento, como secundaria, es el que mejor concuerda con las características psicológicas analizadas (el inverso –sentimiento e intuición– también se significa; mientras que el tipo intuición de primario y pensamiento de secundario, y viceversa, igualmente aparece en los estudios, aunque en menor medida).
Las dos funciones psíquicas predominantes mencionadas al principio de este apartado han quedado constatadas extensamente en diversas investigaciones sobre distintos iluminados espirituales, además de una introversión bastante acentuada.[6] Es interesante observar cómo en muchos casos la dualidad de grupo se manifiesta claramente, hasta el punto de que el iluminado es ambivalentemente introvertido y extrovertido. Introvertido de origen y extrovertido funcional.
La introversión es característica común en los místicos y religiosos contemplativos. Sin embargo, los iluminados espirituales del postmodernismo acostumbran a desarrollar la novedosa habilidad de mostrarse notablemente extravertidos. Interiormente son introvertidos, pero exteriormente en público, se muestran abiertos, francos, afectuosos, expresivos, muy sociables y comunicativos. Esta curiosa contradicción se advierte como una consecuencia de la globalidad expansiva, con los gigantescos avances de la información, la tecnología, el transporte y las comunicaciones. Para mostrar o alcanzar un misticismo verosímil en un mundo competitivo y global, intercomunicado e interrelacionado, el iluminado contrapesa su introversión natural con un decidido atrevimiento expresivo y comunicativo, mostrándose atrayente, seductor y sugestivo. Este atractivo adicional, postizo o aprehendido y, por lo general, teatralizado o fingido, acostumbra a atraer y magnetizar a fieles que ven en él un ser único y especial.
La mezcla entre el grado de sociabilidad y la función psíquica predominante, establece en el iluminado una capacidad excepcional de interpretación de la realidad. La introspección, muchas veces condicionada por otra variante temperamental como la timidez, hace del sujeto un particular y oscuro intérprete de lo que sucede, tanto de su mundo interno como del externo. La natural facultad de interiorizar y procesar conceptos, impresiones, ideas, datos y creencias le otorga un pósito de experiencia vital que le conduce a una personal y unívoca interpretación de la realidad. En principio, la interiorización se presenta muy reveladora para el iluminado; en segunda instancia, se pueden dar estados de neurosis obsesivas que catalizarán determinantemente su espiritualidad.

LIBERACIÓN PSICOLÓGICA DE LA INCERTIDUMBRE; Y CERTIDUMBRE – Por su predisposición temperamental e introspección, el iluminado religioso tiende a una superlativa representación psíquica de su convicción trascendente o espiritual. Es propenso a la liberación psicológica de la incertidumbre, inseguridades existenciales y temores, incitándose a estados de certitud en un procedimiento de confort psicológico y seguridad vital, a veces con dispersiones místicas. Habitualmente siente que su fe es un absoluto que todo lo abarca y todo lo alcanza, de manera que su vida, actitudes y actividades participan o coadyuvan intensamente en lo que cree. El equilibrio entre incertidumbre y certidumbre lo resuelve con un progresivo proceso de liberación psicológica, convirtiendo en radical verdad todo lo que se postulaba como irresoluble, duda o incierto, o se presentaba como vacío existencial. La rotunda negación de la duda es uno de los mecanismos psicológicos de control de la incertidumbre, amortiguando su influencia y provocando estados de artificiosa seguridad.[7] En algunos casos y con bastante facilidad puede llegar a mezclar o combinar actividades muy cotidianas y terrenales con su creencia, otorgándoles trascendencias espirituales. Bajo esta cohesión uniespiritual puede suceder que vincule relaciones sexuales con procesos místicos, o usuales tareas cotidianas con estados supraespirituales y prácticas iniciáticas. La necesidad de situarse sobre la cotidianeidad y elevarse por encima de la realidad material, significa para el iluminado un estado supremo de bienestar: una imperiosa necesidad de aislamiento ante una existencia incomprensible.

NEGACIÓN DE LA REALIDAD E INCOMPRENSIBILIDAD EXISTENCIAL HUMANA – La incompresibilidad existencial humana es, por regla general, el punto de partida de los iluminados religiosos. La negación de una realidad terrenal que, a sus ojos, se manifiesta inexplicable, insatisfactoria o mundana es el antecedente común de este tipo de introversión espiritual. Dicha incomprensión no parece poder ser resuelta mediante procesos de asimilación, conformidad o aceptación, como sucedería en una mente armonizada, sino que lo esquiva o lo rehúsa con un mecanismo huidizo, exaltando aquello que es intangible o inmaterial como antídoto de la incomprensibilidad humana. El inconformismo permanente frente a una sociedad que no les representa o compensa como creen o necesitan, y una profunda e irresoluble incertidumbre respecto al finito viaje humano son condicionantes que le encaminan hacia una profunda introspección de liberación espiritual y, por ende, psicológica. El camino escapatorio de esa incomprensibilidad pasa por una interiorización mística, iluminando la mente mediante la meditación o el desarrollo de capacidades psicológicas como la percepción sensorial, algunas formas de hipnosis o iniciaciones telepáticas. Es por ello y por la base de su tendencia temperamental primaria, que muchos iluminados religiosos son grandes intuitivos que desarrollan un fuerte instinto empático con sus semejantes que les reporta influencia y autoridad.

FACULTADES PSICOLÓGICAS DE CAMPO – El poder psíquico que el iluminado adquiere y ejercita le provee de posibilidades psicológicas como la clarividencia, la clariaudiencia, la invención, el misticismo, formas iniciáticas de telepatía o incluso la adivinación. El iluminado religioso se manifiesta, en primera instancia, muy sociable y también puede ser un excelente conversador, locuaz y comunicativo. La introspección psíquica le otorga grandes capacidades para la observación y la inspección de caracteres. Es capaz de captar rápidamente peculiaridades y singularidades en distintas situaciones, entornos y ambientes sociales, pues el camino hacia su propio mundo interior le otorga el valor añadido de una atenta reflexión activa. Su instintivo razonamiento le permite conocer y prever comportamientos e idiosincrasias psicológicas de sus semejantes en tiempo real. Esta cualidad, junto a una extroversión autogenerada o autoimpuesta, fácilmente le puede convertir en un manipulador de la mente y del comportamiento humano, por lo que no es de extrañar que el iluminado se llegue a sentir como un enviado, un ser superior.

INFLUENCIA DE LA PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL – La ascendencia y proyección sobre las mentes tiene como denominador común la aplicación de valores de psicología transpersonal.[8] Los estados de interconexión y unificación espiritual, las experiencias místicas y los trances sistémicos con experiencias metafísicas de vida, hacen del iluminado religioso un ser superior al que es fácil seguir por la fastuosa credibilidad de sus públicos actos, pese a ser sencillos. El iluminado, a diferencia del aislado  ermitaño medieval, no se concentra exclusivamente en su propia iluminación sino que se manifiesta como un catalizador de espiritualidades que, a su vez, asumen el rol de adeptos o prosélitos con miméticas repeticiones de formas y actitudes religiosas. En la actualidad, la psicología del iluminado religioso se manifiesta muy dependiente de sus seguidores. Sin incondicionales que soporten u homologuen su liderazgo espiritual y social, su influyente autoridad se vería cuestionada y muy probablemente no merecería su propio esfuerzo introspectivo. Esta variedad respecto a siglos pasados obliga al iluminado a una posición muy dinámica y activa, enormemente dependiente de los resultados, por lo que está abocado al teorema de ‘lo más difícil todavía’. La carrera hacia lo imposible es paralela a una incesante persecución hacia una espiritualidad más elevada o glorificada, que progresivamente pretende alejarse, cada vez más, de las tensiones terrenales, al menos en sus manifestaciones litúrgicas y rituales.
Por la condición vital de espiritualidad religiosa y de ser un proyecto anímico que llevado a su máxima expresión tiende a distanciarse de la objetividad, el iluminado religioso es propenso a misticismos, arrebatos y enajenamientos psicológicos, muchas veces confundidos con la aparición o descendencia de una deidad. Ante el inicial desconcierto sobre lo que es insuflado por la divinidad o lo que es provocado por una obsesiva introspección psicológica, el iluminado acostumbra a optar por el confort psicológico. En la encrucijada entre realidad y exaltación, la elección psicológica tiende a dar credibilidad a las experiencias superiores, placenteramente introspectivas. La razón del no retorno a la realidad terrenal estriba en el placer psicológico que genera el proceso místico. Ese preciado bienestar mental, al mismo tiempo que narcotiza los sentidos funcionales y aparenta conformar el alma, al iluminado le parece que otorga plena validez y verificación al proceso espiritual. No en vano el ser humano acostumbra a confundir placer con verdad y deseo con felicidad.

SOLO TIENES QUE CREER  – Esta máxima acostumbra a ser el norte del iluminado espiritual. El mantra ‘solo tienes que creer’ es un codiciado y poderoso amuleto de gran alcance psicológico. Prácticamente sin mucha argumentación ni verificación, el iluminado avala su propuesta religiosa con la propia y exclusiva experiencia o perspectiva, elevándola a su mayor potencia y probabilidad. Su verdad es absoluta y dominante, postulándola como única y universal referente, inaugurando un nuevo dogmatismo o readaptando a su acomodo el de la religión de origen. Creer solo creer es el único postulado, muchas veces encumbrado a los altares del dogma, anulando al mismo tiempo otros contenidos de la misma fe, por lo que concentra la mente en un exclusivo objetivo psicoespiritual: creer. Se trata de hacerlo ciegamente, como un acto mágico y milagroso, sin argumentos y evidencias para seguir creyendo o para entender el auténtico alcance de la verdad que se admite a pies puntillas. La unidireccional invitación es tan fantástica, que de entrada anula cualquier relación con las leyes naturales, obligando por su sola enunciación a que se cumplan los más supremos y elevados deseos de creencia. Esta supresión de la realidad, del contexto y de los contenidos, estimula al iluminado religioso a la magnificación de sus capacidades psicológicas simuladas en la fe. Es decir, una intromisión de la psicología humana en la deidad. Si creer fuera concentración psicológica hacia un objetivo psicoespiritual, el iluminado recorre un gran trecho del camino de la espiritualidad, obligando a la supuesta deidad a obedecer su gran fortaleza psicológica e introspectiva.

PROCESOS NEURÓTICOS REPRESIVOS – En psicología clínica entendemos como neurosis los trastornos mentales que distorsionan el pensamiento racional y el adecuado funcionamiento cognitivo a nivel social, familiar y laboral de las personas. Normalmente la neurosis no guarda referencia con un trastorno mental con lesión orgánica, sino con la presencia de un nivel elevado de angustia y una hipertrofia disruptiva de los mecanismos compensadores de la misma. En el caso del iluminado religioso, la neurosis suele aparecer cuando pese a mantener un aparente nivel de conexión con la realidad, presenta la necesidad de desarrollar conductas repetitivas y en muchos casos inadaptativas con objeto de disminuir el nivel de estrés y presión mental causados por insistentes actividades religiosas e introspecciones represivas. La condicionada y obsesiva práctica religiosa, generalmente producida por una latente inadaptación social o reprobación de ésta, produce estados autónomos de angustia, recurriendo a mecanismos de defensa como la represión, la negación, la obsesión y el desplazamiento para superarla. Si en el iluminado se observa persistencia y patrones crónicos de mala adaptación, es posible que la neurosis, que en principio podría ser temporal o pasajera, se presente como un trastorno de personalidad permanente que muy probablemente acompañará al sujeto durante toda su vida. 

CONCLUSIONES – El iluminado religioso de ninguna manera es un ser extraño, aislado o de difícil localización. En una sociedad que cada vez más se encamina hacia una vasta globalización sin retorno, el iluminado vive, convive y también lidera a fieles en distintas confesiones. Es en las nuevas espiritualidades que emergen en y desde las religiones ya establecidas, donde se observa el mayor crecimiento del liderazgo del iluminado religioso. En muchos casos ejerce su llamado con una fuerte implicación social y comunicativa. Por lo general lidera congregaciones con el atributo del verbo, muchas veces transformado en simple palabrería o charlatanería, o con solícita locuacidad argumental. La palabra, la música y una puesta en escena extremadamente dramatizada son el mejor formato de transmisión del mensaje a una audiencia de por sí muy entregada.
Como apunté anteriormente, ‘Solo tienes que creer’ es el mantra[9] que sintetiza el mensaje del iluminado; transversal en todas las religiones del planeta.[10] La fe se ofrece como el producto substancial de la mercancía espiritual, hasta el punto de que todo gira a su alrededor como si fuera la gran pócima milagrosa. Si bien es cierto que la fe es el componente cardinal de la espiritualidad sobre que gravita cualquier creencia, también es evidente que mercadear con las mágicas probabilidades de una fe forcejada es un mantra absolutamente reduccionista, pues degrada la acción a un rito mágico que pretende solucionar todos los problemas y liberar de todos los males.[11] Por su propia y persistente interiorización e introspección, el iluminado pretende alimentarse constantemente de una obsesión y empecinamiento psicológico, pretendiendo forzar la voluntad de la mente sin movilizar las profundidades del espíritu –en lenguaje freudiano, entiéndase como el superyo–.
Una de las peculiaridades asociales del iluminado es la utilización de la religión como excusa para construirse una vida más soportable. Posiblemente por su incapacidad de aceptar el proceso de la muerte de manera coherente, de asumir una aparente soledad cósmica a pesar de la trascendencia eterna o de soportar un irreal sinsentido de la vida, el iluminado cree que para salvarse debe elevarse hacia la divinidad con una extrema reclusión psicológica. Pero lo que muchas veces hace es usar la espiritualidad como una muleta psicológica sin la cual no podría sobrellevar sus cargas y desgracias, y no como una confianza creyente. En realidad profesa una fe asustadiza, temerosa e inmadura, expuesta a la ventura de sus propios miedos. En la medida en que el iluminado se exponga al desequilibrio de las cuatro tendencias básicas del temperamento, permitiendo que una de ellas se desarrolle exageradamente en detrimento de las otras, estará abandonándose al trastorno psíquico y a la neurosis, que podrían llegar a ser patológicos o tan solo transitorios.

Respecto a la espiritualidad y la humanidad, el paleontólogo y filósofo francés Pierre Teilhard De Chardin[12] escribió: «No somos seres humanos con una experiencia espiritual; somos seres espirituales con una experiencia humana». Lo cierto es que tenemos hálito de vida y asiento psicológico para entablar una saludable relación espiritual con la deidad. Nuestra psique está específicamente diseñada tanto para relacionarnos espiritualmente con el mundo que nos rodea como para enlazarnos con el Creador, de manera espiritual. Sin embargo, al mismo tiempo la mente también atesora grandes capacidades cognoscitivas en procesos de desarrollo. El mentalismo, la psicoquinesia, la precognición, la meditación, la clarividencia, la sugestión, la concentración psicológica o la hipnosis son, entre otras, facultades reales de hiperintuición y percepción mental. La pregunta capital que el tema nos plantea es si la espiritualidad tiene límites psicológicos de elevación hacia la divinidad o si, al contrario, se nos ha dado absoluta libertad para inmiscuirnos en funciones introspectivas y expansivas en el ejercicio de la fe. ¿Creer es básicamente confiar? ¿O creer implica necesariamente una actividad mental de concentración, elevación y conexión hiperpsicológica con la divinidad? Y si desde la psicología como es el documento que nos ocupa podemos escrutar las disonancias psíquicas y conductuales del iluminado religioso, ¿se pueden establecer valores y parámetros psicológicos más aptos para una espiritualidad sana y sin contaminación hipersensorial? Y… ¿existe una falsa espiritualidad creada en la ilusión de la mente?  

© 2015 Josep Marc Laporta

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[1] José Ortega y Gasset (1883–1955) fue un filósofo y ensayista español.
[2] «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», frase aparecida en Meditaciones del Quijote,
[3] Compendio de psiquiatría, por Alfred M. Freedman, Harold I. Kaplan y Benjamin J. Sadock. Salvat, 1977.
[4] Karl Gustav Jung (1875-1961), Tipos psicológicos, 6ª ed. Sudamericana, 1954.
[5] Una interesante aportación al tema es Psicología de la oración, de Pablo Martínez Vila. Publicaciones Andamio, 2002.
[6] Context of Spiritual Psychology; Diagnostic and Statistical Manual of the American Psychiatric Association, 2003.
[7] Es interesante la aportación del presbítero anglicano convertido al catolicismo, John Henry Newman (1801–1890): «Creer es ser capaz de soportar la duda».
[8] Los orígenes de la Psicología transpersonal provienen de principios del siglo XX. El psicólogo estadounidense William James (1842-1910) de la Universidad de Harvard impartió las llamadas ‘Gifford Lectures’ en la Universidad de Edimburgo. En estas clases, que luego se publicarían en formato libro titulado The Varieties of Religious Experiences, James enfocó el estudio de las experiencias religiosas desde un enfoque psicológico basado en el estudio de las experiencias directas de personas individuales.
[9] El mantra es una frase, palabra o sílaba sagrada que se recita como apoyo de la meditación o para invocar a la divinidad en el budismo e hinduismo. Esta última espiritualidad sostiene que la iluminación se logra con ejercicios de respiración (pranayama); meditación en alguna forma de dios; meditación en los chakras (círculos de energía espiritual); repetición de mantras; obediencia a un gurú (maestro espiritual); y mantener posiciones de yoga.
[10] Ninguna religión del planeta está exenta de iluminados espirituales. Tanto el islamismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo, el taoísmo, el judaísmo o el cristianismo en todas sus variedades, aglutinan distintos modelos de iluminismo religioso.
[11] En el caso del cristianismo, si Jesús afirmó ‘al que cree todo es posible’ (Marcos 9:23) o ‘no temas, cree solamente’ (Marcos 5:36) –palabras dichas dentro de un contexto concreto–, el iluminado religioso reduce toda la dimensión y eventualidad de la fe a la exclusividad ‘solo tienes que creer’. En realidad es una manera de adelgazar las verdades bíblicas mediante un eslogan que pretender ser liberador por su sola enunciación.
[12] Pierre Teilhard de Chardin (1 de mayo de 1881–10 de abril de 1955) fue un religioso, paleontólogo y filósofo francés que aportó una muy personal y original visión de la evolución. Miembro de la orden jesuita, su concepción de la evolución fue considerada ortogenista y finalista, equidistante en la pugna entre la ortodoxia religiosa y científica.

3 comentarios:

  1. Anónimo18:06

    Da mucho q pensar

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  2. ilimnadillos15:53

    Y que hacemos con los paranoicos fanáticos del futbol¿? Tambien son psciológicamente unos ilumindos¿?

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  3. Sam &MN08:48

    Gran trabajo..... me ha parecido muy completo pese a que este tema podria llenar un libro , pero en poco espacio, unas 10 páginas en pdf, que eso no es mucho para un asunto asi, creo que se dan las claves para entender el tema perfectamente. Agradezco la concreción y los subtítulos, pues me permite seguir perfectamente el hilo y llegar a las conclusiones finales con aire. La única pregunta que tengo es si el artículo se podría dirigir a eso iluminados que todos tenemos en la cabeza o a muchos cristianos elevados que tenemos entre nosotros y todos conocemos

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