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· El valor de una sola vida

 © 2013 Josep Marc Laporta

           Cuando le preguntaron sobre su radical activismo en favor de los derechos sociales y humanitarios de la raza negra americana, Martin Luther King respondió con una seria declaración de principios y valores: “El comportamiento del instruido y educado hombre de nuestros días se asemeja mucho al de los animales: mata para vivir. Mata el alma, mata las ilusiones, mata el derecho y la dignidad del prójimo e incluso mata el hálito de vida sólo para considerarse vivo, poderoso y suficiente. Es la supremacía del que cree tener dignidad sobre el que decide que no debe tenerla”. Y en alocución pública añadió una lapidaria sentencia: “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”.

Pese a los notables avances en justicia social y derechos humanos, en el último siglo el valor de una vida ha devaluado su coste hasta el organigrama de una simple y aproximada estadística.[1] El precio de algunas vidas es prácticamente el mismo que el de sus muertes. La consideración de la persona, como concepto integral de existencia independiente, con todas sus inquietudes, proyectos, deseos, anhelos y convicciones, tiene muy poco valor entre las estructuras racionales de la economía, mercadotecnia y el progreso humano. Los números, los datos y las estadísticas acostumbran a ocultar el inmenso y real valor que un solo individuo tiene, insustituible en su particularidad, irreemplazable en sus deseos, lleno y completo de vida autónoma.
Actualmente, en el mundo mueren cada día más de 145.000 personas por distintas razones no naturales: malnutrición, hambrunas, guerras civiles, guerras del petróleo, conflictos étnicos, violencia y maltrato de género, terrorismo, insolidaridad, atentados, opresión, explotación, refugiados, esclavitud, invasiones y dominaciones armadas, injusticia social, migraciones obligadas y efectos derivados de la supremacía económica occidental. Ciento cuarenta y cinco mil personas de media son muchos seres humanos que diariamente transitan de la vida a la muerte sin que nadie se pare a considerar su auténtico valor, sin que nadie les reconozca su derecho a ser y vivir, sin que prácticamente nadie atienda no sólo sus estómagos y derechos, sino sus pequeños o grandes deseos, emociones y sus anhelos y proyectos truncados.
Acostumbrados a los números occidentales y a las frías estadísticas de cualquier estudio sociológico –que todo lo exponemos y todo lo razonamos–, ignoramos que detrás de una sola muerte despachada por la inconsciencia de prepotentes opresores, existe el valor de una vida, con multitud de ilusiones y propósitos amputados por las directrices de otros.
Para muchos seres humanos de nuestros días, el precio de su vida es exactamente igual al precio de su muerte: prácticamente cero. A pesar de las buenas intenciones y del buen hacer, en las estadísticas y resúmenes de acciones solidarias o de proyectos humanitarios de corto y gran alcance, cualquiera de esas vidas que mueren alcanzará el mismo valor que si no hubieran nacido. Es la relativización de la vida y, también, de la muerte, la desvinculación de lo divino de lo humano, la dejación de su sagrado valor y el abandono de su trascendencia humana en manos de próceres congéneres.

Pese al desconsuelo de muchas realidades, existen datos globales que apuntan a que la década de 2001-2011 fue menos mortífera que cualquier otra del siglo XX. Curiosamente descubrimos que los atentados del 11 de septiembre del 2001, por espectaculares que fueran, inauguraron el decenio menos violento que haya conocido el mundo desde 1910, incluso desde 1840. No obstante, este alentador dato no encubre la trágica realidad: el número de muertes no naturales en el mundo sigue siendo de una media aproximada de 145.000 personas/día. Y tampoco debe esconder que cada una de ellas posee un valor intrínseco que ha sido desposeído a discreción por los económicamente más poderosos, entre los que nos contamos nosotros.
Para que el valor de una vida no sea el mismo que el de la simple y consabida muerte, habrá que preguntarse si la saturación mediática que sufrimos no estará insensibilizando nuestra perspectiva de la realidad. Imbuidos en trágicas noticias de alcance, de informaciones bien argumentadas, de fotografías solidarias y enternecedoras, y de documentales y peticiones solidarias de todo tipo, posiblemente estemos perdiendo de vista la auténtica verdad que nos rodea: las vidas de los que mueren por causas no naturales en el mundo son para nosotros auténticos colectivos anónimos, gentes impersonales, multitudes desconocidas: una manipulación de nuestra percepción respecto al valor de una sola vida.
Los que viven y mueren como un número entre millones de personas sin esquelas ni ostentosos funerales, también pierden todo atisbo de dignidad con nuestra displicencia e indiferencia. Pensar un poco más detenidamente en el alto valor que tiene un solo ser humano, que siente y sufre como nosotros, que desea y se emociona como nosotros, que vive fugazmente y muere indiferentemente ante nosotros, es un pequeño paso para restaurar el valor perdido que merece cualquier persona en cualquier lugar del mundo. El valor de una sola vida no debería morir con su muerte, ni tampoco con nuestro olvido negligente.[2]




[1] Primera Guerra Mundial (1914-1918): 10 a 31 millones de personas muertas.
Segunda Guerra Mundial (1939-1945): 60 a 73 millones de personas muertas.
Guerra civil rusa (1917-1922): +–20 millones de personas muertas.
Guerra civil china (1928-1936): +–2 millones de personas.
Guerra civil china (1945- 1949) +–1,2 millones de personas.
Guerra indo-pakistaní de 1971: +–3 millones de personas.
Guerra de Corea (1950-1953): 2,5 a 3,5 millones de personas muertas.
Guerra de Vietnam: (1957-1975): 2 a 6 millones de personas.
Guerra de Biafra: (1967-1970): 2 a 3 millones de personas.
Guerra civil afgana (1979-2013): 2 millones de personas.
Guerra de independencia argelina (1954-1962): 1,2 millones de personas.
Guerra civil de Mozambique (1977-1992): 1.000.000 de personas.
Guerra civil de Angola: (1975-2003) +– 1,5 millón de personas.
Primera Guerra indo-pakistaní (1948-1949): +– 450.000 a 1,5 millones de personas.
Guerra civil de Somalia (1987-2013): +–  300.000 a 1 millón de personas.
Guerra civil española (1936-1939): +–  500.000 y 1 millón de personas muertas.
Segunda Guerra del Congo (1998-2003): +–  2 a 7 millones de personas.
Segunda Guerra Civil Sudanesa (1983-2005): +–  1,9 a 2 millones de personas.
Segunda Guerra Ítalo-Etíope (1935-1936): +–  1,6 millones de personas.
Guerra Civil Etíope (1974-1991): un millón de personas (muchas por la sequía).
Guerra Civil Mozambiqueña (1977-1992): +–  900.000 a 1.000.000 de personas.
Guerra de Biafra: (1967-1970): +– 800.000 a 3.000.000 de personas.
Guerra de la Independencia Eritrea: (1961-1991): 730.000 de personas.
Guerra de Independencia de Argelia: (1954-1962): +– 578.600 a 1.000.000 de personas.
Guerra civil de Angola (1974-2002): +– 500.000 a 1.550.000 muertos.
Primera Guerra Civil Sudanesa: (1974-2002): +– 500.000 de personas.
Conflicto de Darfur (2003-2013): 450.000 de personas.  
Guerra civil en Costa de Marfil (2002-2007): 400.000 personas.
Guerras civiles de Uganda (1979-2013): 312.000 personas muertas.
Segunda Guerra del Congo (1998-2003): +– 3 a7 millones de personas.
Guerra Civil Somalí (1988-2013): +– 300.000 a 1.000.000 de personas muertas.
Guerras civiles de Liberia (1989-2003): 250.000 de personas muertas.
Primera guerra del Congo: +– 200.000 personas.
Crisis del Congo (1960-1965): 100.000 personas.
Guerra civil de Sierra Leona (1991-2002): +– 80.000 a 200.000 personas muertas.
Rebelión Malgache (1947-1948): +– 80.000 a 100.000 personas.
Segunda Guerra de los Bóers (1899-1902): +– 75.000 a 100.000 personas.
Guerra de Independencia de Mozambique (1964-1974): 63.500 personas.
Guerra entre Etiopía y Eritrea (1998-20000): +– 53.000 a 300.000 personas.
Guerra de la Independencia de Angola (1961-1974): 52.000 personas.
Rebelión Mau Mau (1952-1959): 38.000 personas muertas.
Guerra civil de Rodesia (1964-1979): 30.000 personas muertas.
Guerra de Ogaden (1977-1978): 13.000 personas muertas.
Guerra del Sáhara Occidental (1975-1991): +– 10.000 a 15.000 personas.
Guerra civil del Congo (1997-2002): 10.000 personas muertas.
Guerra Uganda-Tanzania: 5.000 muertos.
Guerras civiles de Venezuela (1830-1903): +– 1.000.000 de muertos.
Guerra Federal (1859-1863): +– 100.00048 a 150.00047 muertos.
Guerra de los Diez Años, Cuba (1868-1878): +– 200.000 muertos.
Guerra de Independencia cubana (1895-1898): +– 300.000 personas muertas.
Genocidio de indígenas en Nortamérica (1775-1890): 370.000 muertos (20.000 colonos blancos).
Guerra de 1812 en EUA: 20.000 personas muertas.
Guerra de Secesión, EUA (1861-1865): +– 690.000 muertos (incluyendo la post-guerra).
Segunda Intervención Francesa en México (1862-67): 38.000 personas.
Independencia de México (1810-1821): +– 250.00049 a 500.00048 muertos.
Guerra de Texas (1835-1836): +– 2.200 muertos.
Intervención estadounidense en México (1846-1848): +– 23.000 muertos.
Rebelión maya en Yucatán (1847-1915): +– 300.000 muertos.
Guerra de Reforma (1857-1861): 8.000 muertos.
Revolución Mexicana: +– 1.000.000 de muertos (1910-1920).
Guerra contra el narco (2006-2012): 250.000 muertos y desaparecidos. Más de 1.3 millones de desplazados
Brasil, Guerra de Canudos (1893-1897): +– 30.000 personas muertas.
Colombia, La Violencia (1948-1953): +– 300.000 colombianos muertos.
Guerra civil de Guatemala (1960-1996): +– 200.000 personas muertas.
Rebelión de Túpac Amaru II (1780-84): +– 100.000 a 200.000 personas muertas.
Guerra de la Independencia de Chile (1813-26): 30.000 personas muertas. 
Guerra de los Mil Días (1899-02): +– 100.000 a 120.000 personas muertas.
Guerra del Chaco (1932-35): +– 100.000 personas muertas.
Guerra Civil de El Salvador (1980-92): +– 75.000 a 85.000 personas muertas.
Conflicto armado en Colombia (1964-2013): +– 50.000 a 350.000 personas muertas.
Guerra del Pacífico (1879-83): 14.000 personas muertas. 
Conflicto armado interno en el Perú (1980-2013): +– 40.000 a 70.000 personas muertas. 

[2] En la historia hubo alguien que murió por todos nosotros pagando un alto precio; que dio a su vida un alto valor para asimismo dárnoslo a nosotros. Él fue quien dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su único hijo (Jesús), para que todo aquél que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

© 2013 Josep Marc Laporta.

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1 comentario:

  1. Salvador Gilbar09:09

    Sin palabras. y sin aliento. Gracias por hacerme parar el carro de la vida y mirar el valor de una sola vida.

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